En el día internacional del trabajo, María Lasa, ex-participante SABF, nos comparte una reflexión y enseñanza.
Una frase de autor anónimo reza: “Cuando soplan vientos de cambio, algunos levantan muros y otros construyen molinos”. En la vida de cada uno de nosotros, en algún momento, soplan vientos de cambio. Pueden ser vientos más o menos fuertes, pero siempre llegan –a veces sin previo aviso–, y entonces nos toca decidir qué construir: ¿un muro o un molino de viento?
Cuando terminé mis estudios universitarios, vientos de cambio soplaron en mi vida. Ya saben, lo usual: quedan atrás los exámenes, las ceremonias y los gritos de la graduación y toca salir a buscar empleo. De hecho, eso hice durante algunos meses, pero ¿adivinen qué? No tenía suerte, entonces comencé a pensar que no era buena para nada y que, desde luego, no había suficientes oportunidades para gente joven como yo. Obviamente había construido un muro.
Los meses siguientes, deprimida y sin ánimos, me dediqué a buscar oportunidades laborales por Internet, y fue entonces cuando advertí que todas las convocatorias a concursos, seminarios, becas y empleos, estaban dispersas en diferentes sitios, desactualizadas y parceladas por profesiones. Se me ocurrió entonces crear un blog que nucleara todas estas oportunidades y las publicara a tiempo. Así nació Todo Jóvenes, un proyecto social 2.0 que, con la ayuda desinteresada de voluntarios, publica periódicamente información sobre becas, congresos, oportunidades de intercambios, empleos y seminarios.
Todo Jóvenes fue en mi vida un molino de viento porque, a pesar de ser una solución práctica y muy sencilla, ayudó a cambiar mi enfoque sobre los problemas que afectan a los jóvenes. En efecto, no sólo ayudó a muchos jóvenes a encontrar oportunidades que cambiaron sus vidas, sino que terminó demostrado que no hacen falta grandes sumas de dinero para cambiar la realidad cuando sobran la convicción y la voluntad de ayudar.
Pongámoslo en estas palabras: cuando uno está motivado (quiere trabajar), pero no sabe cómo proceder, donde dirigirse, ni qué recursos emplear para buscar un trabajo, se abre una inmensa brecha entre la motivación y la información, y esa brecha daña psicológicamente. Entonces, así como usamos Internet para comunicarnos, compartir fotos, noticias e información, ¿por qué no usar las nuevas tecnologías para ayudarnos entre nosotros mismos a buscar una oportunidad que resuelva nuestras problemas?
Pocos meses después de la creación de Todo Jóvenes, el Banco Mundial abrió un concurso de ensayos para compartir experiencias vinculadas al desempleo. Decidí contar la mía, y resulté elegida como una de las ocho finalistas del concurso. Viajé a Suecia a defender mi ensayo, y resulté ganadora del Segundo Premio. La experiencia fue inigualable, porque participé de una Conferencia Internacional organizada por el Banco Mundial en la que pude compartir mis ideas, y pasé una semana con jóvenes de otras culturas que me hicieron crecer tanto profesional como personalmente.
Hoy, en el mundo, soplan vientos de cambio. Traen consigo crisis y rupturas, pero también oportunidades. El desempleo es –y será– un enorme desafío para cientos de jóvenes alrededor del mundo. Ni siquiera Europa, hasta hace no mucho sinónimo de progreso, desarrollo y bienestar económico, queda excluida de esta situación. Pero aún en contextos de crisis, estoy convencida de siempre depende de nosotros construir molinos de viento. No digo que sea fácil, porque no hay una “receta” para emprender, innovar, crear o imaginar. Pero no es imposible y vale la pena intentarlo para ayudar a otros y a nosotros mismos.