Nota de María Florencia Kraus, Embajadora SABF 2018.
Nuevamente me encuentro delante de una computadora escribiendo sobre temas que me apasionan. Esta vez tengo el honor de contarle a todo el mundo (o al menos intentarlo) lo que se vive en tres días del South American Business Forum – SABF. Quiero contarles cómo fue mi recorrido: el antes, el durante y el después de formar parte de, lo que fue para mí, LA MEJOR CONFERENCIA INTERNACIONAL QUE EXISTE (no sobra ninguna mayúscula). Por eso, voy a intentar poner en palabras lo que fueron los tres días más intensos de mi vida.
Todo era normal y rutinario. Hacía tiempo me encontraba en la búsqueda de alguna actividad diferente a la cual me pudiera presentar, pero ya había desistido. De repente, una mañana, mientras desayunaba antes de ir a trabajar, vi en televisión a una embajadora del SABF, contando qué era, y cómo había que hacer para poder participar. Sin pensarlo dos veces, ingresé al sitio web y me registré, sin leer demasiado sobre qué se trataba. Llegué a mi local de indumentaria y, en un momento de aburrimiento, pensé en evaluar en detalle a qué me había inscripto. Fue ahí que comenzó lo que he llegado a describir como un momento de pánico y alegría entremezclados, arribando a la pregunta de rigor: “Florencia, ¿en dónde te metiste?”.
Muchas veces nos enfrentamos a situaciones donde nos sentimos incómodos, donde nuestra zona de confort se ve invadida por nuestros miedos y por limitaciones que sólo existen en nuestra mente. Preguntas como “¿seré lo que buscan?” y “¿seré suficientemente bueno?” nos asedian y no nos dejan desplegar nuestros talentos. El SABF me permitió, entre otras cosas, lograr enfrentarme a ese otro yo que me limitaba, y probarme que no hay nada que pueda detenernos cuando de cumplir nuestros sueños se trata.
Fue así que empecé la escritura de mi ensayo, con muchas dudas, intentando poner en palabras todo lo que esos tópicos despertaban en mí, y, después de mucho releerlo, de usar hasta la última palabra que podía encontrar, clickeé “enviar ensayo”. Sólo quedaba esperar…
Debo admitir que las semanas de espera se hicieron eternas y, cuando menos lo esperaba, llegó el mail tan ansiado: estaba en mi casilla de correo y me felicitaba por ser una de las seleccionadas. Todo lo que vino después fue alegría y ansiedad. Empezaba a tener contacto con los chicos de “students”, a conocer participantes y, entre reservas de hotel, compra de pasajes, y armado de valija, llega el día en que me encontraba sola viajando a Buenos Aires y, aunque otra vez las preguntas asedian, en esta ocasión no tenía miedo, porque era parte de algo más grande, algo increíble.
Llega el primer día de conferencia y no podía creer que estaba ahí. Desde el comienzo, fui conociendo a gente con la que sólo había tenido contacto “virtual”. Casi sin que me dé cuenta, las historias y los speakers dieron lugar a que miles de ideas surjan con fluidez y no pude dejar de pensar en cómo aplicarlas cuando vuelva a mi ciudad. El segundo y tercer día de conferencia estuvieron llenos de experiencias académicas y culturales, que me enriquecieron enormemente.
El ambiente es creado por un equipo organizador que está en todos los detalles a pesar del cansancio, y que hace de esta experiencia un mundo de conocimientos, sensaciones, emociones y sueños. Y aunque sabía que en algún momento se iba a terminar, deseé que dure para siempre. Sabía que había abrazos que iba a tardar en volver a disfrutar porque ya no eran sólo “sabfers“: eran amigos, que iban a durar en el tiempo, sin importar las distancias.
Si me detengo y pienso qué cambió en mí después del SABF, no puedo elegir una sola cosa: me hizo entender que los jóvenes somos el cambio, y que sólo podemos lograrlo trabajando en nuestro propósito compartido, que es el de un mundo mejor. También entendí que, aunque seamos distintos, con diferentes nacionalidades, culturas, idiomas y personalidades, todos nos igualamos siendo humanos, y que no hay excusas para no mirar al otro y trabajar a la par, respetando ideas y construyendo siempre en pos de lograr un mundo mejor.
El cambio no se realiza desde la queja sino desde el movimiento. Esa fue la premisa que me llevó a aplicar, y es la misma que me mueve hasta el día de hoy. Para empezar, siempre es necesario un primer paso y formar parte del SABF fue el mío, mi punto de partida. Puede ser el tuyo también.