**Este artículo fue escrito por Félix Peña para el Diario El Cronista el 11 de Junio de 2008. Félix Peña es Especialista en Relaciones Económicas Internacionales e Integración Económica y Director del Instituto de Comercio de la Fundación Standard Bank; **estará disertando nuevamente este año en el SABF.
Se ha comenzado a concretar una decisión de los 12 países de América del Sur que reconoce el origen de la Unasur en la Cumbre de 2000. Al menos dos escenarios alternativos pueden plantearse.
La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) tiene ya su partida de nacimiento. Su tratado constitutivo se firmó el 23 mayo en Brasilia. Debe ser ratificado por 9 países para entrar en vigencia. Se ha comenzado a concretar así, al menos en el plano formal, una decisión de los 12 países de América del Sur que reconoce su origen en la Cumbre del 2000 que también en Brasilia convocara el Presidente Fernando Henrique Cardoso.
Es entonces una iniciativa de fuerte acento brasileño. Refleja la voluntad de impulsar la institucionalización de un espacio geográfico compuesto por naciones que en su mayoría limitan con Brasil. Es un acto de liderazgo que ha logrado el consenso de los demás países, algunos con más entusiasmo como parecería ser el caso de Chile. La Presidenta Bachelet ejercerá la Presidencia pro-témpore en el período en que se supone que el Tratado sería ratificado y en el que podría articularse un consenso en torno al Consejo de Defensa Sudamericano, iniciativa ésta también brasileña cuyo perfil y funciones no son aún muy precisas y que no fue aprobada en la reciente Cumbre de Brasilia.
Sólo el tiempo permitirá tener una noción más clara de cuál será la contribución de Unasur a la gobernabilidad del espacio sudamericano. Si logra efectivamente transformarse en un ámbito para consolidar la democracia, la paz y la estabilidad política en la región, sustentada en países con grados elevados de cohesión social, sus aportes serían entonces valiosos.
Pero habiendo sido ya formalizada, Unasur plantea varios interrogantes. Uno se refiere a su capacidad para penetrar en la realidad. La experiencia aún inconclusa de la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur, justifica dudas que se observan al respecto. Pero incluso si entrara formalmente en vigencia, deberá demostrar que puede lograr sus ambiciosos objetivos. La distancia entre construcciones formales y hechos concretos, suele ser a veces significativa en una región en la que parecería más fácil crear instituciones que efectivamente utilizarlas en su plenitud.
Otro interrogante se refiere a su coexistencia con los procesos de integración existentes y, en particular, con el Mercosur del cual Brasil también es miembro. Según el Tratado de Brasilia, Unasur debería contribuir al fortalecimiento de la integración regional a través de un proceso innovador que permita ir más allá de la sola convergencia de los esquemas ya existentes.
Desde una perspectiva argentina, cabe interrogarse acerca del impacto que Unasur tendrá sobre el Mercosur. Al menos dos escenarios alternativos pueden plantearse al respecto. Uno implicaría que se termine diluyendo, no sólo el objetivo más ambicioso de un Mercosur que por momentos parecía aspirar a tener un alcance político sudamericano, pero también el objetivo más concreto de que sea percibido como un instrumento eficaz de transformación productiva conjunta de sus países miembros. La peor variante de tal escenario sería una en el que Unasur no penetre en la realidad y en el que, a su vez, el Mercosur continúe perdiendo su función de motivar decisiones de inversión productiva orientadas al espacio económico común.
El otro escenario sería uno en el que ambos espacios se complementen y que, además, se potencien mutuamente. Esto es, en el que un Mercosur dotado de instrumentos flexibles pero previsibles, que reflejen metodologías de geometría variable y de múltiples velocidades, pueda constituirse en un núcleo duro de una construcción más amplia de alcance sudamericano en el marco de UNASUR. Técnicamente podría ser posible.
La Cumbre del Mercosur en Tucumán y luego la presidencia pro-témpore a cargo del Brasil brindan, en tal sentido, oportunidades para enviar señales claras sobre que es éste el escenario al que se aspira en los hechos y no sólo en la retórica diplomática. De no ser así, la Argentina debería sacar sus conclusiones con respecto a su estrategia sudamericana.
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