La inteligencia artificial ha revolucionado las maneras en las que la humanidad se vincula con el mundo digital y es en momentos de gran auge tecnológico que se requiere recordar los conceptos que abarca la misma.

La Comisión Europea la define, con el fin de establecer determinadas pautas y regulaciones para el uso de la inteligencia artificial, como ”sistemas que pueden, para un conjunto dado de objetivos definidos por humanos, tomar decisiones o acciones autónomas y que además pueden ser programados para aprender o adaptar su comportamiento en función de su experiencia o su entorno”. Dentro de esta definición se observan múltiples tipos de inteligencia artificial respecto a diferentes modos de clasificación. Entre ellos, se conoce la Artificial Narrow Intelligence (ANI) como la IA cuyo foco de resolución es hacia un tipo específico de problemas, sin buscar mostrar inteligencia humana en su totalidad y es de uso distintivo en asistentes virtuales, reconocimiento facial, filtros de spam en casillas de mail y sistemas de vehículos autónomos. Luego, la General Artificial Intelligence (AGI) es aquella que representa habilidades cognitivas humanas, como lo son la comprensión y el aprendizaje, generalizadas en software para lograr encontrar una solución a tareas desconocidas que un humano es capaz de resolver. Por último, se engloba el futuro de la inteligencia artificial, cuando la IA no solo replique las habilidades humanas sino que supere esa capacidad, en una categoría en constante desarrollo: Super Artificial Intelligence (ASI).  

"El potencial de utilizar la IA de manera beneficiosa: menos contaminación, mejor atención médica, mejores oportunidades, mejor educación y más formas de permitir que los ciudadanos se involucren en la sociedad", declaró la vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager. Se observa claramente el alcance de gran magnitud que tiene esta tecnología y a su vez, se comprenden los riesgos que supone el uso de la misma. Lo perteneciente a la tecnología se extiende hacia lo humano y viceversa, de manera tal que se difuminan los límites y bordes entre ambos espacios.

Una de las maneras en las que se presenta este conflicto respecta los modelos de lenguaje generativos. ChatGPT es un chat de inteligencia artificial diseñado por OpenAI que posee la capacidad de generar texto indiscernible de aquel escrito por seres humanos. Si bien el programa no demuestra sentimientos ni opiniones propias, como lo hacen los humanos, el mismo sí se construye sobre una base de datos social que presenta contenido sesgado. Por ejemplo, la inteligencia artificial se encuentra con una barrera al momento de lograr una traducción precisa entre lenguajes con y sin género. El español, un lenguaje con género y el finés, un lenguaje sin género le significan un conflicto y un poder de decisión linguístico a la inteligencia artificial que se encarga de la traducción en casos en los que se debe lograr una interpretación única. Es entonces cuando los sesgos cognitivos se reflejan a la hora de ejecutar la tarea precisada y ocasionan una traducción errónea. ¿Es inevitable la reproducción de sesgos?

De manera similar, este conflicto figura en otros aspectos de diseño que trascienden la interfaz de comunicación humano-computador. La idea de diseño empático, una aproximación del diseño que busca entender las necesidades emocionales del usuario para idear productos y servicios que sean funcionales y satisfactorios para el público data de años atrás. La inteligencia artificial, por su parte, resulta de gran ayuda en la búsqueda de experiencias personalizadas pero persisten problemas a la hora de llevar a cabo un diseño que se adapte a todo y no solo a lo recibido estadísticamente.

Con frecuencia se plantea si el avance y desarrollo de la inteligencia artificial tiene como objetivo replicar no solo la inteligencia humana sino también, demás cualidades propias del ser humano. La humanidad es un concepto de gran magnitud, que abarca no solo la capacidad factual de pensar, razonar e idear sino también cualidades como la empatía y la capacidad de sentir como la conocemos.

Sin embargo, además de los valores que nos distinguen como seres humanos individuales existe un panorama social estrechamente relacionado y contemplado en el concepto de humanidad. La humanidad conlleva una sinergia colectiva entre distintos seres humanos, un aspecto cultural y social que proviene de la formación de comunidades y sociedades. Dentro de estas comunidades es que se definen los valores de confianza, pertenencia y creencia, susceptibles al ambiente dentro del cuál se los establece. Es para cada espacio y tiempo que la tecnología debe enfrentarse a diferentes perspectivas e interpretaciones de estos valores. Entonces,  ¿Los conceptos son redefinidos, juzgados o replicados sin más por la tecnología? Finalmente deriva la siguiente cuestión: ¿Son las cualidades humanas únicas o se las puede replicar mediante el desglose de un patrón de comportamiento analizado?

El concepto de “technological singularity” permanece de relevancia aunque no suponga una prioridad en la sociedad. El término hace referencia a un punto hipotético en el futuro en el que el crecimiento tecnológico se vuelve incontrolable e irreversible, significando de esta manera cambios impredecibles para la civilización humana. De momento, la inteligencia artificial se ha desarrollado con tanta precisión y eficacia que lo humano y lo producido por la inteligencia artificial son, en ciertos casos,  indistinguibles el uno del otro. De dudar de la veracidad de esta declaración permítase responder la siguiente pregunta: ¿Qué garantiza que, por ejemplo, el mismísimo título de este subtema no sea fruto de una mente humana sino de ChatGPT?