Las palabras fluyen como un río, las imágenes se despliegan incansablemente, el espacio multimedia que todo lo abarca, un par de clicks nos separa de conocer las tumultuosas calles de la India, un paseo en góndola en Venecia o todo un informe detallado sobre la administración económica francesa en los últimos años, eso es Internet, un espacio extremadamente volátil, donde millones de datos se vuelcan al día, la biblioteca mas grande del mundo al alcance de todos, una aldea global que a todos nos incluye. Un espacio que genera igualdad dejando de lado todo tipo de subjetividades que limiten el acceso, y desde un plano de horizontalidad recreando quizás en un marco virtual la vieja utopia anarquista de un mundo sin fronteras, donde cada uno aporta lo mejor de su naturaleza y contribuye a la creación de una comunidad superior.
El surgimiento de las redes sociales ha generado un quiebre en las estructuras de comunicación a las que estábamos acostumbrados, y plantea un nuevo esquema de relaciones sociales, espacios como Facebook, MySpace, Twitter, Youtube, WordPress, están jugando un papel clave como espacio de discusión, de politización, y de formación de una identidad, en especial en una sociedad marcada fuertemente por el emotivismo y la reactividad fugaz por la falta de fundamentos sólidos, una identidad que se corresponde con los análisis de Zygmunt Bauman* , donde esta enfrenta un doble dilema: el hecho de servir a una propuesta de emancipación individual tanto como a un plan de contribución colectiva que sobrepasa cualquier idiosincrasia particular, a su vez generando una construcción social de valiosísimos aportes para el progreso, en palabras de José Ingenieros que personalmente comparto: “No concebimos el perfeccionamiento social como un producto de la uniformidad de todos los individuos, sino como la combinación armónica de originalidades incesantemente multiplicadas”
Transversalmente el fenómeno desde la óptica comunicacional ha generado y pretende seguir generando un efecto de tipo dialéctico sustentable, porque todos los ciudadanos se hacen cargo no solo de sus problemáticas locales sino también globales encontrándonos con un imaginario ciudadano jamás antes viso que ha creado una transición a otro nivel de participación social.
Las redes sociales hoy se constituyen en emergentes estructuras de vinculación social, capaces de movilizar y desplazar la opinión privada a un contexto público. La capacidad de poner en valor una opinión, un acontecimiento o cualquier fenómeno que surge como una simple preocupación o interés personal, hoy a través de las redes sociales perfectamente puede trascender los límites esperados y convertirse en algo de interés global o regional. Y así observamos que lo tecnológico sigue siendo un factor determinante no solo en el desarrollo de las comunidades, sino en las formas de cómo se distribuye el poder, pero no cualquier poder, sino el poder de tomar decisiones, el poder de organizarse, el poder de generar cambios de situación, el poder de soñarse diferente en los procesos de socialización.
La tecnología digital ha hecho posible, como medio, una creatividad democrática enorme, donde los procesos burocráticos se pueden romper con un simple clic, de tal forma, que hoy un presidente de cualquier país puede recibir una demanda de un ciudadano por diversos medios, correo, Twitter, Facebook, etc. De cualquier manera lo tecnológico se debe comprender no como un fin en si mismo, como lo han conjugado los movimientos ciudadanos que podríamos denominar 3.0, ya que han tenido la virtud de generar la confluencia de las redes sociales y la participación que estas generan con nuevas ideas y conceptos fuertemente democratizantes y con un elevado contenido de derechos humanos, tales como la necesidad de aplicar una economía social, un ambiente sustentable, el acceso popular a los medios de comunicación, etc.
Nadie puede desconocer que estamos atravesando un cambio de época, donde las estructuras sociales no están dando respuestas a las necesidades y expectativas de los ciudadanos generándose un quebrantamiento en lo más profundo del pacto social de las instituciones modernas: el sentido público. Entonces nos preguntamos, ¿que tipo de institucionalidad o contrato social puede soportar estas nuevas formas de vinculación a través de las redes sociales?
A todo esto, es valido preguntarse, si el dispositivo digital, ¿controla o libera? Este fenómeno instala el desafío a los poderes gubernamentales de saber leer estas expresiones de nuevo tipo y generar plataformas de encuentro y dialogo. ¿Podrá Internet suplantar definitivamente los modelos tradicionales de participación política? ¿Podrá capitalizar la web la herencia política hasta el momento? ¿Sera la base de una nueva forma de hacer política? Lo dejo a su consideración y prometo mi opinión al respecto en la próxima publicación.
Con todas estas incertidumbres, no tenemos otra alternativa que avanzar en estos mecanismos de participación. Si en el siglo XX se consolidaron las democracias a nivel mundial como forma de organización política de la sociedad, en el siglo XXI, estaríamos en presencia de una emergente híper democracia. A estas alturas, hay mas interrogantes que certezas, donde la afirmación “la democracia se soluciona con mas democracia” por parte de un gran líder argentino, está más vigente que nunca, y yendo más a fondo se presume no tan lejano el gran sueño de Rousseau de las democracias directas.
** Bauman, observa que la identidad del hombre actual, esta atravesada por un concepto que el acuña como “modernidad líquida”, que consiste en un encuadramiento categórico de tipo sociológico que en resumidas palabras consiste en la precariedad de los vínculos humanos, en una sociedad individualista, privada, en la cual resalta lo transitorio y lo volátil.*