Cuando se apellida de “fuerte” al bolívar venezolano ya no es por su prometida -y nunca cumplida- robustez y estabilidad, más bien hoy pareciera referirse a una fortificación.
El bolívar fuerte es la prisión más grande de Venezuela, en ella se encuentra la mayoría de la población, privada de libertades que hace unos cuantos meses eran posibles usando la moneda local: adquirir vehículos y sus repuestos, pasajes aéreos internacionales y medicinas importadas.
A excepción de Colombia, nación fronteriza, ningún otro país acepta el bolívar en sus casas de cambio, ni siquiera los países afines políticamente con Venezuela como Bolivia, Argentina, Nicaragua o Ecuador. Este último adoptó hace 15 años el dólar estadounidense como moneda de curso legal logrando, entre otras cosas, estabilizar los niveles de inflación al impedir a los funcionarios públicos de turno cometer “señoreaje”, es decir, emitir papel moneda sin respaldo alguno, situación que ha protegido el ingreso real de los ecuatorianos quienes actualmente perciben un salario mínimo promedio de 354USD, en contraparte a los venezolanos, quienes devengan 32USD a razón de 174Bs por dólar según la tasa oficial SIMADI al momento de escribir estas líneas.
Para los venezolanos, el salario en moneda local no es garantía de conseguir todos los productos básicos. Con las empresas expropiadas e improductivas, los productos que demanda la economía sólo pueden ser comprados a proveedores extranjeros usando dólares estadounidenses. Es la administración pública quien tiene el monopolio sobre las divisas y restringe su acceso, además es quien decide a qué tipo de cambio venderla, qué intermediario va a adquirir los productos básicos y a qué monto lo va a vender en el mercado nacional. Los precios regulados brindan un margen de ganancia muy bajo, incluso pérdidas, que desincentivan a los productores nacionales dando lugar a la escasez y a colas por doquier. Al mismo tiempo, ahorrar para lograr metas como comprar una vivienda propia se hace inconveniente, nadie se atrevería a conservar bolívares que cada día pierden su valor; la opción posible para las nacientes familias venezolanas es anotarse en una larga lista oficial y esperar por la promesa distante de la adjudicación de una vivienda; en caso de recibirla, no se tiene libertad para decidir su ubicación, mucho menos venderla o alquilarla ya que no se es el propietario.
Según cifras del propio Banco Central de Venezuela, entre enero de 2014 y enero de 2015 se ha incrementado la liquidez monetaria en un 62,4%. Esto significa que se ha continuado con la emisión de bolívares sin respaldo para financiar el déficit del gasto público, explicando una de las razones por las cuales el país se acredita la mayor inflación del planeta y, como consecuencia, menor poder adquisitivo por salarios reales. De no cambiar el curso de las políticas seguirán disminuyendo, a diferencia de Ecuador y el resto de los países de Latinoamérica.
El salario percibido representa el valor de las horas de trabajo de los ciudadanos y la inflación hace menos “fuerte” cada bolívar ganado. Existen corrientes de opinión en Venezuela que proponen el dólar estadounidense como moneda de curso legal para lograr, entre otras cosas, estabilidad del ingreso real al no permitir al Banco Central cometer distorsiones que generan la impresión de billetes sin respaldo. Vale la pena escuchar esta alternativa, evaluarla objetivamente y valorar si, como lo hizo Ecuador con el sucre, logramos salir de la “prisión” en la que se ha transformado el bolívar.