Dinamarca tenía un grave problema. Siendo un país altamente desarrollado, educado y con niveles de vida que cualquier otro país del mundo envidiaría, tenía ciudadanos muriendo todos los días por falta de donadores de órganos. Solo un 4,25% de la población estaba inscrita como donante. Incontables campañas, programas de educación, propaganda y nada daba resultado. Suecia alcanzaba un 85,9% de la población como donantes, por lo tanto era difícil sostener que eran factores culturales los que prevenían a la gente de Dinamarca donar voluntariamente. Cuando dos investigadores del “Center for Decision Sciences” de la Universidad de Columbia entraron a buscar las causas, se encontraron con motivos verdaderamente sorprendentes e inesperados que dejan entrever las falencias que existe en aquello que conocemos como razón y voluntad.
El caso de la Bella Valentina que sufre de fibrosis quística ha azotado las redes sociales. Su vida podría extenderse si se pudiera trasplantar 3 de sus órganos, aunque prácticamente imposible de conseguir bajo las actuales condiciones. Su historia ha conmovido al mundo entero, al solicitar personalmente a la presidenta la eutanasia; no conozco a nadie que no eligiría voluntariamente regalarle meses o años de vida donando a ella sus órganos al morir. Sin embargo hay personas muriendo todos los días y no hay órganos.
Podríamos concordar en que son muchos los factores que influyen en la motivación tras donar órganos al momento de morir: religión, cultura, educación, experiencias en torno a la muerte, valores sociales o incluso el mito popular de que al ser donante los médicos no se esforzarán tanto por salvarte. Lo que resulta impactante es lo que reflejan las encuestas a la hora de compararlas con la realidad. A lo menos un 50% de los ciudadanos de Estados Unidos aprueba la donación de órganos, sin embargo, solo un 25% a tomado alguna acción en torno a ella. En Holanda una amplia mayoría aprueba esta práctica pero no la ejerce y en una medida extrema, el gobierno tomó la determinación de enviar una carta a cada uno de los hogares suplicando que se inscriban al programa de donantes: sólo convencieron al 28%. En Reino Unido solo un 17,2% es donante y en Alemania nada más que un 12%.
En torno a estas cifras se han barajado explicaciones desde la economía más dura, como por ejemplo: “El beneficio moral que genera la decisión de ser donante, no es más alto que el costo, por lo tanto la gente no quiere donar”; a la sociología más izquierdista como: “El sistema neoliberal ha generado tal grado de individualismo en la población que ya a nadie le interesa salvar vidas”. Estas explicaciones hacen cierto sentido, pero están equivocadas y cuando se examina lo que está en juego, decidir no donar parece un acto extremadamente ajeno al sentido común “¿Aprobaría usted que al morir se usen sus órganos operativos para salvar la vida de varios niños, adultos o quizás algún familiar suyo? Si dice que no, lo respetaremos y todos sus órganos se van a descomponer bajo tierra”.
********Tasa efectiva de consentimiento, por país. Consentimiento explícito (amarillo), consentimiento presumido (azul)
En un acto muy acertado el gobierno danés, se invitó a investigadores de la Universidad de Columbia a buscar las causas de este extraño fenómeno. Eric Johnson y Dan Goldstein realizaron un análisis exhaustivo desde los programas de donación en forma de propaganda, a educación en los colegios e incluso entrevistas personales revisando creencias en torno a esta práctica. Nada que explicara satisfactoriamente los bajos niveles de 4,25% de donantes. Cuando no quedaba mucho en donde escarbar, los académicos decidieron ir directamente a la fuente: ¿Cuándo y dónde es que la gente decide ser o no donante? Analizaron la ficha de las licencias de conducir y la sorpresa que se llevaron fue nada menos que increíble.
En una muestra de países con un bajo 15,2% en promedio de donantes compuesta por Dinamarca, Holanda, Reino Unido y Alemania, la ficha de consentimiento pedía al conductor que leyera atentamente lo siguiente: “Por favor, marque la casilla si usted desea participar del programa de donantes”. A diferencia de la segunda muestra de países, la que tenía un alto promedio de 97,56% de donantes, compuesta por Austria, Bélgica, Francia, Hungría, Polonia, Portugal y Suecia, en donde se le pedía al conductor que leyera atentamente lo siguiente: ”Por favor, marque la casilla si usted NO desea participar del programa de donantes”.
En ambos casos prácticamente nadie marcaba la casilla. Diversas hipótesis se han levantado en torno a este fenómeno, nuevamente los economistas duros se han pronunciado proponiendo que el costo de levantar el lápiz para marcar la alternativa, es más alto que el beneficio moral de saber que después de la muerte salvaremos a alguien, dado que no nos interesa lo que pase después. Sin embargo, desde la economía del comportamiento y las emociones creemos que es justamente lo contrario. A las personas les importa tanto, que al enfrentarse a una decisión tan difícil, abrumadora y poco placentera, el individuo se paraliza y opta por no realizar el esfuerzo de entrar en el profundo diálogo interno, y por lo tanto prefiere no elegir nada. Incluso se busca conscientemente posponer la decisión “voy a investigar y me inscribo más adelante” y así es como las fichas quedan en blanco, cualquiera sea la opción.
Estas causas obedecen a un ámbito mucho más humano que el mero análisis racional del problema. Las personas en general sí estaban de acuerdo con donar, pero al momento de tomar la decisión y adherirse al programa, es la sobrecogedora emoción de decidir, ligadas al miedo y la incertidumbre, lo que paralizaba su accionar.
Existen incontables ejemplos de situaciones en las que somos libres de elegir, prima la razón y nuestra voluntad en principio se cumple, y sin embargo el resultado final por ningún motivo obedece a aquellos valores con los que estamos de acuerdo. Blaise Pascal decía que existen dos excesos: “excluir la razón y no aceptar más que ella” y gran sabiduría encontramos en sus palabras. El caso de la Bella Valentina y su fibrosis no es trivial, de hecho es muy representativo de un mundo en el que muere gente por que no hay donantes. Nuestra capacidad racional de elegir literalmente se bloquea ante la sobrecogedora intensidad de emociones en estas situaciones. Para todos aquellos que sueñan con ser superhéroes y tener super poderes, los invito a vivir las donaciones como un dogma de amor, de servicio al prójimo y de gratitud. Qué legado más noble que el de regalar vida y entregar todo de ti. A todos nos llegará la oportunidad de ser superhéroes y usar nuestro poder interior para cambiar la vida de una o varias personas y cuando así sea, no lo pienses y hazlo.