“La crisis de los refugiados puede llevar a Europa a redescubrir su alma o a perderla del todo”.
*** Paolo Gentiloni – Canciller italiano.***
Estado de situación
Con la guerra en Libia y Siria y a partir del año 2010 la llegada masiva de refugiados e inmigrantes a través del Mediterráneo y los Balcanes desde África, Medio Oriente y Asia no hizo otra cosa que aumentar de manera extraordinaria. Sólo en 2015 se registró 1.005.504 de migrantes en Europa según los datos provistos por la* Organización Internacional para las Migraciones y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados*. Ello genera una ola de tensiones en una Europa sumida en crisis donde los extremismos encuentran terreno fértil para sembrar ideas anti-europeas y racistas. La Comisión Europea buscó imponer cuotas para los países miembros y así repartir el impacto en algunos de los socios como Alemania (“el dorado” de los recién llegados) pero muchos países del Este se negaron a aceptarlo, como fue el caso húngaro. Esto no es solamente una negativa a los migrantes sino al origen religioso de los mismos, que en su mayoría son musulmanes. Los problemas sociales y las minorías musulmanas son una realidad anterior al flujo de los migrantes. La llegada en masa de nuevos contingente de musulmanes no hace más que acrecentar el temor a su integración en el espacio comunitario. El crecimiento de la extrema derecha y el descreimiento en Europa son una clara señal de ello. Los atentados terroristas ocurridos en Madrid, Londres, Paris y Bruselas son vistos como una señal de alerta ante la amenaza del extremismo islámico en una Europa que se define laica pero cuyos hijos caen en manos del extremismo radical.
Todo esto genera un escenario de una gran complejidad donde encontramos la masiva llegada de personas que en gran parte son musulmanas en una Europa sumida en la crisis sin posibilidad de brindar nuevas oportunidades, y donde los extremismos, que parecían olvidados desde la constitución de la Unión, reaparecen. ¿Es quizás, la crisis de los refugiados, el mayor desafío al que se enfrenta la infraestructura comunitaria desde su nacimiento?
Lo cierto es que los refugiados gozan de la protección internacional al tratarse de migrantes forzados y que más allá del impacto que significan para Europa hay países (1) como Turquía (con casi 3 millones de refugiados), Líbano (con más de 1.070.000 refugiados, un 20% de su población) y Jordania (con más de 650.000, 1/13 de su población) donde el impacto es mucho mayor. El pacto celebrado entre la Unión Europea y Turquía no sólo viola los fundamentos de la protección internacional de los refugiados sino que es contrario a la esencia por la cual se constituyó la Unión. El régimen de protección para los refugiados que data de 1951 (Convención Sobre el Estatuto de los Refugiados) y 1967 (su protocolo) muestra serios problemas en su aplicación, reflejando la necesidad de readaptar la infraestructura internacional en estas cuestiones. ¿Acaso un justo reparto entre todos los miembros de Naciones Unidas según sus capacidades no sería una manera efectiva y equitativa para enfrentar una crisis como la actual?
Del número total de migrantes en 2015 en Europa cerca del 70 por ciento (2) se explica solamente por dos países: Siria y Afganistán, más de la mitad sólamente por Siria. Nada hace no suponer que una mejora en la situación de Siria haría descender bruscamente la cantidad de migrantes provenientes de ese país como así gestionar el retorno de aquellos que se encuentran en Europa y así lo requieran. La situación en Siria no es nada simple ante la presencia de los grupos rebeldes, el Estado Islámico, los kurdos y el gobierno de Bashar Al-Assad. La pacificación de la región es determinante para el cese de expulsión de población. La viabilidad de una tregua entre los mencionados actores no parece posible por lo que la partición del territorio sirio no debería dejar de ser una opción a analizar en las negociaciones. La entrada de tropas internacionales en el conflicto no haría más que generar un campo de pólvora listo para explotar agravando la situación no sólo en Siria sino en una región ya dificil. Y teniendo como consecuencia directa un recrudecimiento en la ola de migrantes buscando llegar a Europa o terceros países.
Desafío y oportunidad
Si bien la crisis de los refugiados pone a prueba el funcionamiento de Europa como unión, puede asimismo significar una oportunidad para un continente donde el crecimiento y la innovación han visto mejores tiempos en el pasado. El caso alemán es el más significativo, ya que las previsiones auguran que su población va a decrecer de 81 millones en 2015 a 76 millones en 2050 (3). La necesidad de mano de obra y una historia reciente de incorporación de millones de desplazados luego de la Segunda Guerra lo hacen un caso promisorio. El gran desafío consistirá en transformar en alemanes plenos a los recién llegados y no generar nuevos guettos como los ya existentes con los alemanes de origen turco que varias décadas atrás arribaron como mano de obra en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Asimismo existen dentro de todos los países de la Unión una enorme cantidad de pueblos y ciudades pequeñas que han sido expulsores de población autóctona durante décadas. La llegada bien direccionada de los refugiados a determinadas regiones y localidades pueden ser un elemento revitalizador y un remedio al peligro de que finalicen en las periferias de las grandes áreas suburbanas condenados a la miseria y la exclusión.
La solución de la crisis siria y de los refugiados están intrínsecamente interconectadas. El desafío para Europa ya está planteado. O vuelve a los viejos temores y divisiones o continúa con el proceso de unión en cuyas bases la dignidad humana es un pilar. Europa tiene la oportunidad una vez más de estar a la vanguardia de la humanidad y sentar precedente a nivel global. La generosidad europea puede ser la clave para su dinamismo y renacimiento. Su mezquindad la causa de la pérdida de los principios fundacionales y de su alma.