Existen varios tipos de crisis en este mundo y todos hemos experimentado alguna en nuestras vidas. Está el síndrome del nido vacío que sufren los padres al ver a sus hijos partir, está la crisis nerviosa que te da esperando saber la nota de tu último final, también hemos vivido como sociedad crisis políticas, socioeconómicas, financieras y hasta algunas más personales, las crisis existenciales. Pero nadie te anticipa la crisis que vas a vivir cuando ya pasaste la mitad de tus veinte… llegando a los 30.
Estamos determinados a seguir un patrón establecido de cumplimiento de etapas a medida que nos vamos desarrollando. Tenemos una guía desde nuestra infancia que nos va diciendo cuál es la siguiente fase que debemos superar. Pero, ¿qué pasa cuando ya terminas el ciclo por el que todos nos vemos inmersos?
Saber el rumbo, esa es la cuestión
Luego de mucho esfuerzo, tazas de café y noches en vela, terminas la carrera que te hicieron escoger a la temprana edad de 18. Consigues trabajo, te independizas y vives tu día a día. Suena como que has llegado a la cima, pero la verdad es que recién te estás empezando a conocer. Ya no hay más patrón que seguir. Estás tú. Solo tú y tus decisiones.
En mi caso personal, sufrí a los 26 un replanteo muy fuerte en mi vida. Me gradué y me vine a vivir a Buenos Aires a los 23. El irte de tu país y dejarlo todo, hace que vivas más intensamente en qué deparará tu vida. Si bien estaba estable con un buen trabajo y un departamento temporal donde vivir, mis actividades con amigos y uno que otro paseo de vez en cuando, me sentía profundamente vacía. Ahí es cuando viene la inminente pregunta… ¿hacia dónde voy? Y es que el fin de la adolescencia eterna te golpea fuerte. Según el Dr. Ricardo Rubinstein, Psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina, “vivimos en épocas caracterizadas por quemar etapas y la urgencia. Hay una presión social de lograr todo ya”. Después de pasar varias semanas encerrada y haberme terminado casi las 10 temporadas de Friends en una sentada, decidí que tenía que hacer un cambio. Ese cambio iba a depender de mí y solo de mí.
Las preguntas del millón
Antes de cualquier decisión hay que saber ordenarse y priorizar. ¿Qué me apasiona?, ¿cuál es mi talento?, ¿en qué estoy invirtiendo tanto mi dinero como mi tiempo?, ¿qué me hace feliz?. Éstas fueron algunas de las interrogantes que me planteé para empezar este nuevo camino. Suena muy cliché, pero si no empezamos a cuestionarnos esto es difícil llegar a un objetivo.
En mi caso sentía una fuerte necesidad por **aprender cosas nuevas **y me di cuenta que ya no era tan sencillo como lo era en el pasado. Me metí a clases de ukelele que, a pesar de que soy pésima, me distrajeron de mis obligaciones y pude exponer mi cerebro a actividades que requerían una atención distinta. Al finalizar cada clase me sentía exhausta lo que era de esperar ya que tocar música es para el cerebro el equivalente a un entrenamiento físico completo.
Dentro de mi aventura para innovarme, me metí a clases de UX Design. Me intrigaba aprender a programar y sabía que para llegar a eso, tenía que empezar desde lo más básico. Aún sigo en proceso de alcanzar ese objetivo, pero** ponerse pequeñas metas a corto plazo facilita no perderse en el camino.**
Como no todo es uno y quería ayudar dentro de lo que estuviera a mi alcance a mi comunidad, decidí meterme en el mundo de TED. Saqué la licencia para organizar TEDxRecoleta y con un grupo de amigos llevamos a cabo la primer edición de este evento. Esto me mantuvo siete meses ocupada en una actividad completamente extraprogramática con el fin de traerle algo positivo a mi entorno. Pudimos organizar un evento para 100 personas que fue un exitazo y la satisfacción que se siente luego de haberlo logrado es indescriptible (¡mira las charlas aquí!).
Como me apasiona viajar decidí conocer al menos 3 lugares nuevos por año. No tenían por qué ser lejanos, solo destinos que jamás hubiera visitado antes. En algunos paseos estuve sola y en otros acompañada, pero **jamás dejé de lado lo que me hace vibrar **que es viajar. En esta etapa también cambié de trabajo y ahora me desempeño en una área completamente distinta de la que venía acostumbrada. Tengo desafíos constantes que me ponen a prueba en todas mis capacidades y me ha ayudado a conocerme en facetas que jamás había experimentado.
Este mes fui a una Caminata de Mentoreo de Vital Voices Global Partnership, que se desarrolla en forma simultánea en más de 80 ciudades del mundo. La iniciativa consiste en el trabajo de duplas conformadas por mujeres jóvenes con potencial de liderazgo y líderes destacadas de diversos ámbitos, en la que ambas se involucran en la reflexión sobre sus desafíos profesionales y personales. Una experiencia única donde pude compartir con mi mentora las problemáticas que tengo actualmente en todo ámbito de mi vida. Fue ella quien me metió en mi disco duro mental una nueva interrogante que será mi pregunta del 2017… el para qué de las cosas que hago.
Es importante saber que hay años que hacen preguntas y años que dan las respuestas. Sólo se recupera el control si se empieza a vivir la vida más centrada a tus intereses y valores. Son las pequeñas metas que nos proponemos las que nos define y es necesario tener ese punto de inflexión para decidir qué rumbo se tomará. No tengamos miedo de haber perdido esa guía que tuvimos antes y aprovechemos cada oportunidad para reinventarnos cada día.