“Yo soy, porque nosotros somos”
Suele pensarse al siglo XXI como el siglo del individualismo, una época en la cual el hombre es estigmatizado como un “hombre-masa”, pero con una fuerte tendencia a una construcción relativa de la verdad. Esto sin embargo, por muy contraproducente que parezca, puede ser positivo. Un individuo con sus capacidades desarrolladas al máximo, puede generar grandes cambios. Si pensamos, todos los seres humanos quieren diferenciarse, y se creen diferentes, esto corresponde a una forma de automotivación. Por otro lado, el individualismo extremo se convierte en un culto al orgullo propio y se traduce en un desinterés en el contexto social.
Pensemos en una analogía para poder entender esto. Una caja cerrada, con un gato en su interior, con una botella de gas venenoso y un dispositivo con una partícula que tiene una probabilidad del 50% de desintegrarse, y si se desintegra, el veneno se libera y el gato muere. Hay 50% de probabilidades de que el veneno se haya activado y un 50% de probabilidades de que el gato esté vivo. Entonces al momento de abrir la caja, podemos decir que el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. Esto es conocido como el experimento del Gato de Schrödinger. Te propongo que pensemos una analogía, una comunidad específica, una forma de comportamiento y un individuo. Hay un 50% de probabilidades de que el individuo haga prosperar a la comunidad y un 50% de que el individuo la perjudique. El individualismo puede determinar el futuro de la comunidad, por lo cual, la comunidad está viva y muerta al mismo tiempo, el individuo es la variante que puede hacer la diferencia.
El individuo está determinado por su situación de vivir en acciones recíprocas con otros, por lo cual, toda la actividad humana transcurre dentro de la sociedad. La socialización, como señaló Georg Simmel, se da cuando la convivencia de los individuos adopta la forma de la cooperación y colaboración bajo el concepto de una acción recíproca como hilos entretejidos. Aunque el individuo esté aislado, sigue formando parte de la sociedad.
Todo lo que suceda en la sociedad nos va a afectar directa o indirectamente, y todos somos, por lo menos en una mínima parte, responsables de ello. No podemos dejar de ignorar que nuestras acciones pueden hacer la diferencia, no podemos quedarnos a esperar que otros hagan las tareas más difíciles, porque, no sólo que de eso depende un mayor bienestar social, sino que depara un mayor bien individual. Pero generalmente se tiene la costumbre de realizar críticas y hablar de los fracasos de las políticas de los gobiernos, de las empresas, de las ONGs, o de cualquiera que haya intentado modificar positivamente el statu quo. Es hora de preguntarnos: ¿qué hicimos y/o hacemos nosotros para evitar que esas políticas e ideas fracasen?
Tomemos un solo ejemplo. El próximo año se cumple el tiempo fijado para alcanzar los conocidos “Objetivos de Desarrollo del Milenio” establecidos en el marco de la Organización de Naciones Unidas. Estos objetivos representan la oportunidad de vivir “en el cambio de siglo”, superando atrocidades que sucedieron en los siglos anteriores, tiempos repletos de conflictos bélicos, de subordinación de los derechos a los intereses. Representan la oportunidad de lograr mejores condiciones de vida para toda la sociedad, de lograr el pleno cumplimiento de los derechos de cada uno de las personas que habitamos este planeta. Si bien están determinados por un optimismo antropológico, las buenas perspectivas hoy cambiaron un poco, y nosotros, ¿que estamos haciendo para que estos objetivos no fracasen?
¿Todos los individuos somos responsables de lo que ocurra en la sociedad? No lo voy a responder, eso queda a opinión y conjetura de cada uno de los lectores. Voy a cerrar este artículo con una regla ética sudafricana, que sintetiza todo esto en una sola frase:
“UBUNTU. Yo soy, porque nosotros somos”.