Estaba yendo al trabajo en el colectivo, temprano por la mañana, cuando de pronto observé a una adolescente cuya mochila tenía un escrito “FEA”. Casi sin querer, detuve mi mirada en ella, apenas unos años más joven que yo y me di cuenta que no era fea. Por el contrario, tenía lindas facciones, así como su cabello, y una piel envidiable para cualquier adolescente de su edad.

Mientras la miraba intrigado, pensaba “¿Acaso pensará que es fea? ¿Se lo habrá dicho alguien que le tiene bronca? ¿Tendrá la certeza de saber que no es así?”.

Una gran congoja sucumbió mi corazón, mientras continuaba haciéndome mil preguntas en el transcurso de un minuto, sin dejar de verla.  De pronto, y como si supiera que la estaba mirando, levantó la cabeza y clavó sus ojos en los míos con absoluta precisión, como diciendo “¿¡Qué miras!?”. Inmediatamente corrí la mirada, solté una risa nerviosa y comencé pensar “¡Qué vergüenza! ¡No tenía malas intenciones al mirarla! Pero, ¿Qué habrá pensado ella? Hasta que dije “Mejor, no te veo”.

Con esta reflexión damos pie a un tema muy común en nuestra sociedad, que tiene que ver con una violencia que se puede denominar “radical” (de raíz), de “Mejor, no te veo”.

Si preguntamos a un ciudadano corriente sobre la violencia, sin dudas, más que una definición, aparecerá un listado como este: abusos, violaciones, terrorismo, robos, secuestros, asesinatos, etc. Pero estas situaciones no dejan de ser más que fruto de otro tipo de violencia, una violencia sistemática, contagiosa, premeditada, pero invisible: la violencia de la indiferencia, de “Mejor, no te veo”.

Sabemos que si queremos erradicar cualquier tipo de mal, jamás se podrá hacer atacando su fruto sino su raíz. Porque en la medida que la raíz siga intacta, el fruto reaparecerá y todos los esfuerzos anteriores resultarán inútiles. El árbol talado, pero de raíces profundas, siempre reverdece en primavera. Y aquí está lo complejo: las raíces de las problematicas sociales son invisibles y silenciosas.

Peter Senge, en su libro “La quinta disciplina”, describe un arquetipo de comportamiento, llamado “Desplazamiento de la Carga”, que puede ilustrarse de la de la siguiente manera:

Este arquetipo está compuesto por dos procesos compensadores (estabilizadores) que tratan de ajustar o corregir el mismo síntoma problemático.

  • El círculo superior representa una intervención contra el síntoma “solución rápida”, es decir, resuelve el síntoma temporalmente.
  • El círculo inferior representa una respuesta más fundamental y los efectos se presentan de manera gradual.
  • La solución fundamental funciona con mayor eficacia; es el modo más duradero de tratar el problema.
  • El efecto lateral surge al escoger una solución sintomática, el cual impacta en la solución fundamental, abriendo cada vez más la brecha entre estas, provocando  una “bola de nieve”.
Como ya se mencionó, muchas de las acciones que el común de la gente consideraría como hechos violentos, son frutos de otras situaciones tales como pobreza, exclusión social, desigualdad de derechos, corrupción política, fragmentación social, etc. Todas estas situaciones son tan importantes como complejas de resolver, pero, ¿por dónde empezar?

En el modelo de arquetipo que propone Senge, intenta explicar que no es cuestión de aplicar cualquier solución per se (como podría ser disminución de la edad de inimputabilidad de los menores, redoblar fuerza policial o dotarlas de más y mejor armamento), porque además de ser  sólo soluciones sintomáticas temporales que demandarían diversos recursos, colateralmente nos alejarían cada vez más de las verdaderas soluciones. Porque, la violencia genera solo más violencia.

Esa mañana, una simple leyenda me impactó por la violencia que engendraba. Y como si una simple mirada pudiera solucionar todo, quise decirle a esa  adolescente que no era verdad. Pero su contraataque también fue violento y me paralizó. No es para menos: yo soy un desconocido, y ante la duda, mejor cuidarse de mí. A pesar de eso, lamenté mi reacción “Mejor, no te veo”.

Podemos enojarnos con los gobiernos,  injusticia, corrupción, y miles de situaciones más. Pero en la medida que pensemos “Mejor, no te veo”; seamos indiferentes ante las necesidades y hasta que no nos atrevamos a pagar el precio de quedar en ridículo con tal de decir “¡Señor, debe tirar sus residuos en la basura!”; nada cambiará. Es tiempo de unirnos en acciones conjuntas,  para alcanzar la trascendencia de los objetivos globales que anhelamos.

¿Es posible que esta aparente utopía se vuelva realidad? ¿Tiene sentido el accionar individual frente a esta indiferencia colectiva? Me parece que la respuesta esta en cada uno de nosotros. ¿Vos que pensas?