¿Nos aliamos o nos alienamos?
Vivimos tiempos en los que la humanidad pareciera moverse al sonido de “sálvese quien pueda” y donde el egoísmo como antivalor muchas veces predomina ante el compañerismo, la solidaridad y el amor al prójimo. La esperanza de vivir en un mundo mucho más inclusivo y multipolar se asoma como un hecho no aislado que debe ser fortalecido con acciones, con palabras, haciendo lo que según nuestro sistema de creencias es correcto y asumiendo las consecuencias de nuestros actos, desde lo individual a lo colectivo. Es en este sentido hacia donde debe apuntalar nuestro quehacer diario, es decir, a mantener una actitud permanente de servicio hacia el trabajo, la familia, o cualquier ámbito de nuestras vidas.
Las ideologías pueden modelar las características de civilizaciones enteras o por lo menos un segmento social o cultural integrado por intelectuales, ejecutivos, obreros y estudiantes. Al ser aceptada, una ideología se convierte en estandarte para edificar un nuevo estilo de vida. Aunque Karl Marx afirmaba que el principal tipo de alienación era la económica, puesto que de ella derivan todas las demás, en la actualidad se acepta como un fenómeno a partir del cual se le suprime la personalidad a un individuo, pasando a controlarle y anularle su libre albedrío para a partir de ese momento convertirlo en una persona dependiente de los intereses de quien lo enajena, ya sea otro individuo, una organización, o un gobierno.
La historia ha mostrado que cuando ocurre el fenómeno de alienación en una sociedad las consecuencias pueden ser devastadoras. Todo depende de los valores que dan forma a las ideologías que son utilizadas. Podría uno extenderse mucho más escribiendo acerca de este tópico, pero quise hacer mención a ello para traer a colación la situación que atraviesan algunos de nuestros países latinoamericanos.
Venezuela, por ejemplo, es un país que ha vivido profundos cambios políticos, sociales y económicos en los últimos 15 años. Podría decirse que una parte de la población ha sido alienada con el objetivo de imponer un modelo que ha fracasado antes y lo hace ahora. Sin embargo, mi objetivo no es hablar de las causas o consecuencias de un proceso político-económico que ha llevado a una sociedad a una profunda división, polarización y discordia.
Esta profunda fragmentación de la sociedad es incompatible con cualquier modelo de desarrollo que se intente promover. Es necesario que las familias, que las comunidades, las organizaciones ciudadanas y empresariales se unan con el fin de generar concordia**. **En mi particular opinión soy de los que cree que es bastante difícil seguir una ideología que vaya en contra del progreso y juntar esfuerzos con quienes adversamos para resolver los problemas, sin embargo llega un momento en que las condiciones se vuelven tan insoportables que no queda más que ceder y dejar de lado los prejuicios que nos embargan y obnubilan. Pero además de esto, es necesario cultivar los valores en la familia. Sobre todo en aquellas familias más desposeídas que han sido víctimas de la pobreza durante las últimas décadas por cientos de causas. Aún mucho más importante es sembrar en la población la importancia de la educación. Sin instrucción estamos sujetos a ser manipulados y alienados por cualquier factor que se lo proponga. Simón Bolívar alguna vez dijo que un pueblo ignorante era instrumento ciego de su propia destrucción.
En definitiva, los seres humanos estamos destinados a coexistir con nuestros semejantes creando relaciones interpersonales que nos lleven al éxito. Seríamos unos testarudos si pensáramos que podemos obtener grandes logros sin la ayuda de alguien más. Es necesario dejar de lado los prejuicios, la discriminación, el racismo, el nacionalismo y el orgullo. Los seres humanos somos sociables por naturaleza, por tanto el que se aisla buscará su propio anhelo egoísta e irá en contra de toda sabiduría práctica. La cuestión está en saber encontrar las compañías adecuadas, pues estas ejercen una profunda influencia. Es necesario cultivar la generosidad, perdonar sin límites, vivir según las normas de nuestro sistema de creencias y manifestar amor altruista. La historia evidencia que en los eventos más desesperantes el género humano se unió para hacer frente. Sin duda alguna que son muchas las cosas que deben cambiar en nuestro mundo, pero el cambio debe empezar desde adentro hacia afuera, en nosotros mismos. Son estos los tiempos más propicios para seguir avanzando hacia la integración, el progreso, el desarrollo sustentable y desde luego con nuestras acciones incidir positivamente en lo colectivo.