Dubai. Una mirada diferente
Si alguien no está convencido de lo potente que es la ayuda colectiva de millones de personas aportando a un mismo fin, tan solo debe prestar atención al caso de Dubai.
Dubai hace unos 20 años, ni más ni menos, era tan solo un desierto. No sé cuántos de ustedes habrán estado allí, (yo personalmente no he ido, solo tengo conocidos que pisaron esa parte del globo), pero los desafío a que lo recorran mediante imágenes, o cualquier otro medio que se les ocurra, y les aseguro que lo que menos van a encontrar va a ser un desierto.
Allá por 1970, cuando los británicos estaban huyendo (de una de sus tantas colonias), y los Árabes comenzaban a descubrir petróleo, creando los EAU (Emiratos Árabes Unidos), aquellos nómadas que habían estado recorriendo el desierto en sus camellos, se encontraron con que tenían una mina de oro en sus manos. De alguna forma vislumbraron y resolvieron que la mejor solución sería construir una ciudad que fuese un centro mundial de finanzas y turismo, de esta forma cuando, el petróleo ya se hubiese tornado duro, difícil y costoso de extraer, la ciudad podría recibir ingresos de esos medios, haciéndola económicamente sostenible.
De esta forma Dubai invitó al mundo a mudarse, tax-free (libre de impuestos), a un supuesto paraíso. Pronto la nueva ciudad se vio inundada por miles de extranjeros, en donde la población local ahora es tan solo un remanente 5%. Así es como en medio de un desierto, los Árabes se adelantaron desde el siglo 18 hasta el 21 en tan solo una década. Increíble.
La ciudad es maravillosa. Pero este último adjetivo varía según quién sea el observador. Si lo analizamos desde una visión llana sobre lo que vemos, podemos decir lo siguiente: es una ciudad concebida de todo lo que alguien puede llegar a necesitar y más. Desde lujosos apartamentos con todas las comodidades para tener una vida placentera, hasta hoteles 7 de estrellas los que sirven láminas de oro comestibles en sus postres; restaurantes con vista a acuarios submarinos. Habitaciones en rascacielos que rotan en el aire cambiando de dirección, alterando así la vista de sus ocupantes, y un sinnúmero más de creaciones que sólo la última tecnología disponible y una gran cantidad de petrodólares podía llegar a lograr. Pero, ¿qué sucede si miramos un poco que hay detrás de todos esos lujos? ¿Quiénes son los que construyen la ciudad? ¿De dónde fueron extraídos los recursos para construirla? ¿Qué distancia viajaron dichos recursos? ¿Cómo se abastece la ciudad de energía y de agua? ¿De dónde provienen estas?
Por supuesto que no tengo la respuesta para todas estas preguntas, aunque algunas las podemos intuir, claro. Los recursos obviamente viajaron miles de kilómetros gastando miles de litros de combustible, depositando miles de kg de CO2 en la atmósfera. Claro está que el oro no sale de las minas de oriente medio, y que el acero tampoco lo hizo. Ni hablar del hormigón, ¿alguien se imagina las toneladas de hormigón que se utilizaron para construir una ciudad entera como Dubai? Arriesgo que millones por lo menos. Y obviamente para construir una ciudad de piedra (hormigón), este se debe haber extraído de algún lado. Seguramente deben faltar un par de montañas donde antes descansaba todo ese material. ¿Evaluación de impacto ambiental? ¿Daños producidos por la minería a los trabajadores, pueblos aledaños a las montañas, y naturaleza circundante? Mejor prendamos la tele y miremos al Barcelona ganarle al Madrid una vez más.
Si uno se toma el bus turístico en Dubai, automáticamente a través de su interlocutor se escucha la glamorosa propaganda que aclama como el sheikh, que significa líder o gobernador, construyó esta imponente ciudad. Una y otra vez se repite el concepto, por sí los turistas no logran comprender el mismo. La pregunta es ¿el sheikh construyó la ciudad? ¿Acaso fue él quien madrugó durante cientos de noches, para poder construir las enormes vigas de hormigón, instalar las miles de ventanas, armar las millones de conexiones eléctricas, y un sinnúmero de actividades más? Claro que no. Los que hacen esto son los obreros, la clase trabajadora, la que no tuvo la oportunidad de acceder a algo mejor. Todos esos que le dieron forma a la sociedad tal y como la conocemos. Si uno va por la ciudad los puede ver en sus trajes azules, yendo de un lado a otro, con una organización de hormigas, ordenados por los gritos de sus supervisores, quienes responden a sus jefes, quienes responden a sus compañías constructoras, quienes a fin de cuentas responden a su señoría el sheikh.
Los trabajadores son reclutados desde países aledaños prometiéndoles una tierra de ensueño. En cuanto llegan se dan cuenta de que nada está más alejado de la realidad. De ahora en más deberán trabajar durante más de 14 hs por día, en un calor que llega hasta los 55 grados en verano, por la módica suma de 90 euros por mes. Y si el trabajador quiere volver a casa, bueno, lamentablemente no podrá, ya que no tiene plata para su pasaje de vuelta, ni papeles los cuales son retenidos, así que mejor que empiece a trabajar cuanto antes. Los mismos duermen en bloques de concreto, compartiendo las habitaciones con hasta 11 hombres más, que huelen mal debido a los excrementos acumulados en los tristemente construidos baños, sin aire acondicionado, con un calor imposible, y con agua con gusto a sal, ya que no está bien purificada. Su trabajo la mayor parte de las veces consiste en cargar bolsas de hasta 50 kg, sudando tanto que no orinan por semanas. ¿Enojo? No hay lugar para eso. En caso de revelarse los mismos son encarcelados por varios años y luego deportados. ¿Descanso? Solo una hora por la tarde, y si es más que eso, se deduce del sueldo.
Suicidios. Los mismos se dan en grandes cantidades. Las autoridades no lo reportan. Se cuantifican como “accidentes”. No es bueno que esto se sepa en los medios. ¿Leyes? Las mismas no se respetan. Los obreros no conocen Dubai de la forma que lo hacen los turistas, solo que la construyeron piedra por piedra. Por la noche la observan desde la distancia, impetuosa.
Una ciudad… ¿maravillosa? ¿Siendo la misma construida por esclavos, descascarando al mundo de sus recursos para brindarle lujos a un grupo selecto de personas? ¿qué tanto hemos evolucionado en nuestro pensamiento con respecto a la esclavitud de la edad media en donde se usaban látigos y castigos físicos? Suerte que ahora, miles de años después, somos hombres “libres” y podemos decidir nuestro destino.
Fuente: http://www.independent.co.uk/voices/commentators/johann-hari/the-dark-side-of-dubai-1664368.html