¿Qué tal si todo nuestro progreso relacionado con derechos humanos, racismo, igualdad de género y derechos de las minorías de las últimas décadas fuese una gran mentira? Se me ocurre que tal vez lo sea. Siempre me consideré como alguien que ve el vaso mitad lleno, que vio a nuestra raza en constante progreso y mejora. Esto puede ser cierto, pero sólo a nivel muy superficial.

El verdadero cambio no se nota en lo que vemos y expresamos. Es más complicado, no puede ser medido por estadísticas de ONGs o entidades privadas o gubernamentales. El progreso real es algo intangible. Sólo se lo puede medir en nuestras propias conciencias, es nuestra voz interna que nos dice qué está bien o mal. Es aquello en lo que realmente creemos, lo que nos hace aceptar o amar a personas de diferente raza, género o preferencia sexual sin importar qué, porque son un ser humano como uno.

Es por esto que nuestro progreso es, en gran medida, superficial. No digo que no se haya hecho un progreso real, por supuesto que se hizo. Sin embargo, ciertos eventos nos muestran lo superfluo que fue: cómo cambiamos solamente la ética en nuestras sociedades, el código que dice qué está bien y qué está mal. Si sos racista, la gente te va a despreciar. Si golpeás a tu esposa o acosás sexualmente a tu secretaria, vas a ir preso. Pero eso no es un cambio real. La mentalidad no cambia, sólo cambia la noción de qué está bien o mal para la sociedad, y ese es el gran problema.

Intuyo que es por esto que ganó Donald Trump. Sí, un tipo racista, misógino, homofóbico, y probablemente con carencia de pensamiento crítico por negar el cambio climático. Entre otras cosas, pasó el Brexit, el partido neonazi entró al parlamento en Grecia y en Austria, y Le Pen es la candidata preferida en Francia. Estos eventos sucedieron gracias a la genialidad de la gente detrás de ellos, que entendió lo antes explicado y lo usó en su ventaja. Ellos apuntaron a las masas que sólo habían modificado sus posiciones a nivel superficial. Estas personas convirtieron a lo no ético en ético nuevamente.   

Todos aquellos que creyeran en algo pero no lo pudiesen expresar por nuestro progreso superficial pudieron alzar sus voces nuevamente gracias a estos personajes. Y entonces el racismo, sexismo, homofobia, islamofobia y xenofobia inundaron nuevamente nuestras sociedades y nuestras calles.

Mi madre una vez me contó que hay una famosa frase que dice “Cada pueblo tiene el gobierno que merece”. Luego, la corrigió: “Cada pueblo tiene el gobierno al que se le parece”. Y tenía razón. El Brexit y Donald Trump nos mostraron que un gran porcentaje de nuestra sociedad nunca dejó de discriminar y estar lleno de odio hacia el prójimo. Todos estos eventos nos muestran cómo el nacionalismo populista sigue siendo una gran manera de ganar elecciones, cómo el odio es una herramienta poderosa para mover multitudes.

Otro problema que facilita que extremistas de ultraderecha tengan tal cantidad de poder alrededor del mundo es la población apolítica. Por ejemplo, en EEUU el 43% del padrón electoral decidió no votar. En el Reino Unido un 28% del padrón también se abstuvo. Podría pensarse que a una gran cantidad de los adultos no les importa el futuro de su país. La gran diferencia de porcentaje entre el Reino Unido y EEUU se debería a que EEUU sufrió del fenómeno de votar al “menor de dos males”, aumentando el margen de no votantes. ¿Cómo puede ser que esto suceda en el siglo 21? Teniendo internet e información al alcance de la mano, podemos buscar fácilmente qué candidato se alinea mejor con nuestros intereses y nuestra manera de pensar. Podemos ver sus declaraciones, su agenda política, su equipo político, hasta incluso qué dijeron 10 años atrás y cómo cambiaron sus puntos de vista y por qué.

Es un hecho conocido, gracias a muchas entidades de estadísticas, que las tasas de discriminación en escuelas y los mensajes de odio hacia miembros de las comunidades musulmana y LGBT tuvieron un pico durante la campaña de Trump. Sí, durante la campaña, antes de que ganara. Esto muestra cuánto impacta el discurso de un candidato, e incluso más el de un presidente, a la población. La inestabilidad económica y la recesión utilizan a líderes políticos como chivos expiatorios. Éstos son una ilusión, una respuesta imaginaria a problemas complejos. Esto no es noticia, a lo largo del siglo 20 oradores populistas han generado odio en muchos países a través de la creación de enemigos imaginarios para que la gente pudiera odiarlos y así olvidarse de otros problemas reales. Hitler tenía a los judíos, Chávez a EEUU. ¿Por qué no podría entonces Trump tener a los musulmanes, los mexicanos y China? ¿A quién no le gustaría que nuestros problemas más complicados se resolvieran con alguna de estas simples soluciones que aportan los oradores populistas? Lamentablemente, el mundo no funciona así.

Sólo 492,306 de 3,806,471 personas entre 18 y 24 años de edad votaron en el referéndum para el Brexit de la UE. ¡Eso es sólo un 36%! Las ideas son cruciales para efectuar un cambio real, pero la ejecución es el factor clave. Las personas que tienen entre 18 y 29 años conforman el 20% de los votantes, eso es un gran porcentaje. Definitivamente deberíamos usar nuestro poder de voto. Fuimos criados en una sociedad más avanzada, con menos xenofobia, racismo y homofobia. Los jóvenes tienen que entender cómo pueden hacer un cambio con sólo presentarse. ¿Por qué perder entonces a este gran 20%, que puede pelear contra todos esos aspectos negativos? No podemos permanecer sentados.

¿Estamos entonces condenados? ¿Deberíamos abandonar nuestros ideales de progreso real y aceptar esta ola de odio que está inundándonos? Absolutamente no. Este es el mejor momento, mejor que antes jamás, para recordar un pensamiento clave: ningún candidato presidencial, ni diario, ni ley contra la inmigración, ni partido extremista de ultraderecha puede determinar cómo vivimos nuestras vidas. No representan a la totalidad de nosotros, son sólo leyes y gente que fueron votadas en un sistema fraudulento, que van a cambiar en cuestión de años. Vivimos con un gobierno representativo que muchas veces es confundido con la democracia que fuera establecida 2500 años atrás en la Grecia antigua, pero ese va a ser un tema para otra ocasión. Este Odio sólo se refleja en nuestras vidas diarias si lo dejamos pasar, si optamos por ignorarlo cuando nos rodea. Recuerden que siempre pueden elegir entre aceptar lo que venga, o combatirlo con empatía.

Ahora más que nunca debemos forzar a nuestras mentes a hacer un cambio realmente consciente para lograr un progreso real. Debemos luchar contra este pasado de extremismos y odio que vuelve a perseguirnos nuevamente. Creo que la historia humana no es tan cíclica como algunos piensan, y esta ola de odio puede ser dejada atrás, así como se olvidan las viejas noticias, para lograr un futuro más próspero y brillante. Steven Pinker, un famoso psicólogo, escribió un libro titulado “Los Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza: Por qué Decayó la Violencia (The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined)”. Este libro estudia que el rasgo más importante que marcó nuestro éxito como raza fue la colaboración colectiva. La mente humana descubrió miles de años atrás que es más fácil entender, colaborar y amar que odiar y discriminar. Entonces… ¿por qué molestarnos con este sinsentido?