Esta semana, los ciudadanos argentinos asistimos a un suceso económico revelador. El precio del dólar, con sus subidas y bajadas, mostró su verdadera esencia: es impredecible, no hay manera de saber hacia dónde se moverá el día de mañana. Va de nuevo y en negrita, por si estaban distraídos. No hay manera de******saber hacia dónde se moverá el precio del blue el día de mañana.

En este contexto, lo ocurrido en el espacio público merece nuestra atención. Tras una semana de fuerte caída, una gran cantidad de economistas salieron a explicar por qué bajaba. Luego, tras el rebote de esta semana, otros tantos salieron a explicar por quPronósticos Económicosé volvía a subir. Claro, con el diario del lunes todos podemos dar explicaciones (de lo sucedido). Lo curioso es que la mayoría de las opiniones revelan una pretensión de conocimiento extraordinaria. Por la forma en que se lo explica, pareciera obvio (“natural”) que el dólar haya seguido el camino que siguió.

En este marco me parece necesario insistir una vez más con lo que dije al comienzo: NO HAY MANERA DE SABER CUÁL VA A SER EL PRECIO DEL DÓLAR EN EL FUTURO (se los dejo en forma de poesía por si lo quieren enmarcar). Pero esperemos un segundo.

*¿Significa esto que los economistas no sabemos nada?  *¡No, por favor, por supuesto que no!

¿Significa esto que los economistas somos medio chamuyeros?  Puede ser, pero no es el punto.

El punto es que el mundo es hiper complejo. Hay multitud de variables, efecto, causas, operando de manera simultánea. Cada fenómeno está afectado por infinitas fuerzas. Algunas relevantes, otras no; algunas conocemos, otras  no.  El hecho es que el resultado de cada fenómeno depende de la confluencia de todas ellas. Es decir, requiere de un conocimiento imposible de reunir.

En este mundo caótico, es necesario que los economistas nos miremos las caras, hagamos unas muecas, comamos unas medialunas, y luego asumamos el difícil escenario y nos preguntemos: ¿a qué tipo de conocimiento sí podemos apuntar?

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Lo que sí podemos aportar los economistas

La buena noticia es que, en ese complejo escenario, aún hay un espacio importante donde los economistas podemos hacer aportes relevantes. Si bien no hay modo de anticipar lo que va a ocurrir en el futuro (precio del dólar, crisis financiera, etc, etc), sí podemos apuntar a conocer el efecto de las variables más significativas del fenómeno que queramos estudiar (que necesariamente tiene que estar ligado a un problema que queramos resolver).

Para seguir con nuestro ejemplo del dólar. Son incontables la cantidad de factores que están afectando el precio del dólar en cada momento. Están las presiones del gobierno, el precio oficial, el contado con liqui, la inflación, la expectativa de inflación, la expectativa de cambio de gobierno, la incertidumbre sobre el desempeño de nuestro Ministro de Economía, la decisión de cada uno sobre qué hacer con sus ahorros, etc, etc, etc. Lo interesante es entender que toda esa información infinita se traduce en un precio: el dólar se vende a $13,46.

La verdad, qué se yo (y qué puede saber cualquiera) cómo van a confluir todas esas variables en el futuro para determinar el precio del dólar de mañana. Imposible. En cambio, sí podemos aspirar a saber cómo impactan algunas de ellas por separado.  Por ejemplo, por un lado, la alta inflación –y sus expectativas- empujan el precio del Blue para arriba, lo mismo que la incertidumbre sobre la próxima medida que tomarán los hacedores de política. Pero a la vez hay otros factores que lo tiran hacia abajo, como la perspectiva de entrar al circuito de crédito internacional –esperando un acuerdo con lo holdouts en enero- o los bonos atados al valor del dólar –y con vencimiento en el próximo gobierno- que se están lanzando.

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De la teoría a la práctica

Fíjense que sólo mencionamos algunas de las tantísimas variables que afectan el valor del dólar (por relevancia dejé afuera lo que va a hacer cada uno de nosotros en nuestras vacaciones). Y esto es básicamente lo que la ciencia económica puede aportar; como economista (teórico) uno aspira a conocer cuáles son las variables más significativas, y cómo afectan al fenómeno que nos interesa estudiar. Y aunque eso NO alcanza para anticipar qué va a suceder, tiene una enorme utilidad, ya que le brinda herramientas al policymaker para actuar y resolver el problema que se le presente (y eso, digámoslo, es mucha cosa). Va de nuevo porque acabo de hacer una gran revelación: conocer cómo los distintos factores afectan un fenómeno determinado permite hacer algo mejor que anticipar lo que va a ocurrir: permite intervenir. O para que lo guarden en una frase: el conocimiento económico sirve de guía para la acción.

Peeeeeroooo…… Ojo al piojo. A la hora de los hechos, la palabra final la tiene quién toma las decisiones reales. Digo, está en manos de los responsables de política económica elegir qué herramientas poner en práctica, y de qué manera. Y aquí se abre toda una nueva ventana, que merece una gran discusión en sí. Acá solo un comentario: además de ladifícil cuestión de cómo saber cuáles son las herramientas adecuadas, y de qué manera se utilizan, está lo que entiendo como la gran incógnita**entre la teoría y la práctica.

Si algo sale mal, ¿dónde estuvo el problema, en la herramienta o en el usuario? O para ponerlo en términos concretos: ¿La actual problemática económica argentina, es culpa de las teorías económicas (ortodoxia, heterodoxia, neoliberalpopulismo) o de los que diseñan y aplican la política económica  (gobierno, ministros, banco central, ***”me quiero ir”)?*

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