Hace unos días, Cristian Tenuta reflexionaba en este mismo blog sobre el estado actual del sistema educativo y del cambio de paradigma que empieza a necesitarse. Cada vez más estudiantes sienten una incomodidad al aprender,… una piedra en la zapatilla con la que corren su carrera universitaria, una especie de incoherencia sistémica que no pueden entender.  Lo mismo puede extrapolarse a las aulas del nivel primario y secundario. Sin embargo, este pequeño fenómeno social de preguntas y reflexiones sobre el estado actual de la educación, ¿es natural? ¿Por qué sentimos que esto ya no da para más?

Continuando con uno de los ejes temáticos que se abordarán en esta 10ma edición del South American Business Forum – la RFC1educación y el aprendizaje creativo – hoy quisiera compartir la nutrida entrevista que tuve la oportunidad de realizarle a Rosana Fernandez Coto, Directora de la Asociación de Neuroaprendizaje Cognitivo (Buenos Aires). Como Neuropsicoeducadora, y con un máster en Programación Neuro-Lingüística,  la entrevistada ahondó en temas que hoy preocupan en el ámbito educacional. Pero no desde un punto de vista social, o político… desde uno mucho más biológico: nuestro****cerebro y su rol en nuestra forma de aprender.

Tomando como punto de vista lo que ocurre en el aula día a día, ¿cómo evaluaría la situación actual de la educación en Argentina?

– “La ciencia que se enseña en la escuela da respuestas poco interesantes a preguntas que nadie se hizo”. Osborne.

Estimo que esta cita ilustra con veracidad la enseñanza que se brinda en la escuela tradicional, que no capacita para proaccionar, desarrollando los procedimientos, sino a reaccionar respondiendo con “contenidos aprendidos”. Sin embargo, creo que hay una nueva generación de docentes que está saliendo de la zona de confort, aquella en la que evitaban ver nuevas alternativas y se conformaban con el saber enciclopédico.

La explosión tecnológica de la década del ’90 ha afectado, en la mayoría de los casos, positivamente a muchas áreas, entre ellas a la educación. Los formadores, de a poco, están tomando conciencia de que es fundamental comprender cómo aprende el cerebro, ya que éste es el órgano del aprendizaje. Según L. Hart: “Enseñar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin nunca haber visto una mano.” Esta realidad se está haciendo “visible” para muchos educadores.

¿Cuáles son las principales dificultades que afronta un maestro/profesor a la hora de darle clases a una generación cada vez más digitalizada?

– Una de las principales dificultades es, sin duda, el hecho de que los alumnos son nativos digitales y la mayoría de los docentes son inmigrantes digitales, o sea que, en general, los educandos superan las capacidades del educador en esta área. Por otro lado, muchos docentes aún sienten resistencia a salir de esa zona de confort ya mencionada y adquirir estas nuevas capacidades.

La falta de recursos es también una desventaja para lograr clases “más digitalizadas”.

– En el formato y estructura actuales de la escuela (división por edad, currícula fija, enseñanza por dictado, etc…), ¿están dadas las condiciones para un aprendizaje eficiente de parte de los alumnos? ¿Cuál es la posición de la neurociencia?

– Lo ideal sería construir aulas-talleres donde los alumnos dejen de ser aprendices superficiales y se conviertan en alumnos****estratégicos, que aprendan cómo resolver desafíos de distintos tipos desarrollando sus talentos innatos y adquiriendo nuevas capacidades, donde** el docente sea sólo una guía**, un facilitador y en donde los alumnos aprendan haciendo. El modelo de alumno-profesor es también muy bien visto por las neurociencias ya que aprendemos realmente cuando podemos enseñar, cuando podemos preguntar en forma inteligente.

– ¿Cómo se entiende que el criterio principal para formar un grupo de aprendizaje sea la edad de sus miembros? (típicamente vemos “Salita de 3, de  4, de 5, primer grado (6 años), segundo grado (7 años), etc.). Ciertamente hay intereses compartidos en función del rango etario, pero… ¿qué tan capaz es nuestro cerebro de aprender en un grupo de edades diferentes?

– Cada cerebro es único y cada cerebro tiene un estilo de aprendizaje individual (compuesto de distintas inteligencias múltiples, canales de representación sensorial preferidos, distintas formas de resolver desafíos según la predominancia hemisférica: en forma secuencial, literal, analítica, verbal lógica o en forma global, intuitiva, no verbal, etc.). El estilo de aprendizaje también depende de nuestro género: niños y niñas no aprenden de igual forma, la actividad de sus cerebros depende, en gran parte, del sistema endocrino-hormonal.

Si bien los grupos etarios comparten ciertos intereses, motivaciones, maduración etc., la separación estricta en edades responde casi completamente a fines prácticos.

Un niño puede adquirir la lecto-escritura a los 8 años y ser “más inteligente” que otro que lo logró a las 6, entendiendo por inteligencia la capacidad para resolver desafíos de distintos tipos. Recordemos que los tests que miden el CI sólo miden la inteligencia general y no las habilidades particulares.

El mundo se está tornando cada vez más comunitario y colaborativo y nuevas formas de aprender se están gestando. ¿Hay un fundamento neurológico/biológico de estos cambios?

– Sin duda. En estos últimos 20 años se ha descubierto más sobre el funcionamiento del cerebro que en toda la historia de la humanidad. Sabemos que el cerebro es el órgano del aprendizaje y, como tal va a aprender aunque no le enseñemos, claro que la calidad de esos aprendizajes va a depender del entorno y de las experiencias a las cuales es expuesto.

El cerebro es social y desarrolla las capacidades emocionales personales (autoconocimiento, autorregulación, etc) y las sociales (empatía, liderazgo, influencia, trabajo en equipo, etc.) en relación con el otro.  La base cerebral del alfabetismo emocional son los lóbulos prefrontales, esta área del cerebro es la última que termina en madurar (alrededor de los 25 años).

Está en los padres y en los educadores brindar los recursos para que esta maduración mental (procesos mentales) sea acorde con la maduración cerebral. Por otro lado, la calidad de los desafíos que proponemos facilita (o no) la maduración de esta área.

– ¿Es viable una educación “hecha a medida”, desde un punto de vista social?

– Así es. El primer paso es comprender que no todos aprendemos de la misma manera y que, si alguien no aprende de la manera que le enseñamos es porque no le estamos enseñando de lo manera que él puede aprender. La Neuropedagogía capacita a los docentes para descubrir caminos para “llegar a todos los cerebros”.

– Se dice que una de las fuentes principales de aprendizaje eficiente es la motivación. ¿Dicho popular, o verdad científica comprobada?

– Totalmente científico. Estar motivado significa haber activado el sistema de recompensa cerebral que, en sus distintas etapas, activa distintos neurotransmisores (sustancias químicas que transmiten información): dopamina en un comienzo, cuando algo despierta curiosidad y se focaliza la atención, (nor)adrenalina cuando pasamos a la acción para comprenderlo y resolverlo y serotonina “el neurotransmisor de la satisfacción” cuando logramos el insight. Está en los educadores encontrar los medios para lograr activar este sistema.

– Las redes sociales y la web 2.0 están cambiando paradigmáticamente la forma de aprender, a través de plataformas comunes de información e intercambio. Sin embargo, la escuela “tradicional” no parece darse por enterada. ¿Cómo ve el avance de la neurociencia en el plano de la educación en los próximos años?

– Como directora de una asociación cuyo objetivo es capacitar docentes de todas las áreas y niveles en la neuropedagogía, tengo una mirada optimista. Creo que, a medida que se divulga más esta disciplina cada más son los docentes interesados en involucrarse con este nuevo paradigma educativo.

Es claro: lo que sentimos es natural. Hasta ahora nos han educado mal. HAY necesidad de un cambio paradigmático en la forma de enseñar, para poder aprender como a nuestro cerebro más le gusta. Pero primero, hay que transformar esta sensación en una verdadera exigencia social. Tenemos que aprender… a aprender bien. Y hasta que eso no nos entre, no podremos escapar de este sistema cada vez más obsoleto.