Un  corto viaje a Río de Janeiro, la capital del Carnaval, me permitió conocer a una comunidad cuya imagen es objeto de múltiples prejuicios, y simultáneamente, una interesante perspectiva de negocios

Jon Lee Anderson, maestro de periodistas, asegura que no puede creer cómo la mayoría de los reporteros brasileros no conocen la favela, siendo que ésta es una parte tan importante y central de la sociedad del país. No fue a causa de su consejo que lo hice, pero sin dudas puedo  confirmar la relevancia de la experiencia para quien pueda aprovecharla: vivir en una favela en Río de Janeiro es una de las mejores maneras de sumergirse en la idiosincrasia latina.

Mi llegada al barrio fue de cierta manera azarosa, sin mucha premeditación. Pude contactarme de casualidad con Elliot Rosenberg, un norteamericano de Los Ángeles que gentilmente me ofreció a mí y a un amigo alojamiento en su hogar.  Una única salvedad: este quedaba en la favela, y no en cualquiera, sino en Rocinha.

Rocinha3.jpgEs la más grande de la ciudad carioca, esa meca del turismo que ofrece playas, cultura e infinitas oportunidades, a la vez que un panorama certero de la bipolaridad del Brasil. La calle que atraviesa toda Rocinha, Estrada da Gávea, comienza en el exclusivo barrio del mismo nombre y culmina en la entrada de São Conrado, otro vecindario que ostenta departamentos de lujo y hasta un centro comercial de nivel internacional. Pero la favela se impone desde lo alto, como un gigante agazapado que observa atento el frenesí de la ciudad desde la ladera del morro. Aunque, en realidad, ahí dentro el tiempo discurre de una manera también agitada pero totalmente diferente al del centro urbano donde está la mayoría de las atracciones turísticas.

El ritmo es otro: el funk, ese sonido cortado que desde la favela se fue expandiendo en las preferencias de fiesta de gran parte de la sociedad, reina inmanente las 24 horas. Cuando no se escucha, se siente. Su beat se asemeja al marcapasos invisible de la comunidad. Fue prohibido por ley y, por supuesto, volvió y con fuerza. O nunca se fue, en realidad.

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Las favelas son en sí particulares. Como observa con precisión Elliot, son centros culturales tanto por sus características físicas (las personas viven literalmente encima una de otra, “tan juntos que la difusión de las ideas y la cultura se da rápidamente, de una manera que en las afueras es imposible”), como históricas. En sus orígenes, las favelas surgieron como una respuesta a una necesidad concreta: la de los trabajadores urbanos desplazados del centro de la ciudad, pero que se negaron a trasladarse lejos de sus lugares de empleo. Hoy se caracterizan por su fuerte sentido de comunidad. Crecieron y se expandieron como algo aparte de la ciudad, con leyes propias impuestas por los narcos pero que de una manera se demostraron eficaces. En aquellas que están pacificadas, como Rocinha, las unidades policiales patrullan permanentemente las calles. Es un poco intimidante, pero ciertamente le doy la razón a Elliot: dentro de la favela la sensación de seguridad es sumamente mayor a la de afuera. Caminar a la madrugada o subir a lo más alto para lograr unas panorámicas nocturnas de Río fueron pasajes comunes de nuestra corta estancia.

Rocinha de noche.jpgTodo a nuestros ojos resultaba un poco sorprendente. Restaurantes y farmacias abiertos 24 horas, pero sin rejas como en nuestras ciudades, y calles con sucursales de las principales marcas de Brasil. Para tener una noción, los invito a hacer el mismo recorrido que hice dos veces al día durante el tiempo en el que me alojé allá en Street View, bajando por la calle principal. Efectivamente,  la favela recibió a los automóviles del buscador incluso antes que Buenos Aires, y como ven, la recorren permanentemente colectivos, combis y mototaxis, por lo que el transporte está lejos de ser un problema. Sí hay varios otros, como la recolección de la basura, que se amontona en montañas en algunas esquinas, el servicio de agua que a veces se corta y deja a los desprevenidos sin acceso, o la cercanía de los vertederos que desprenden un vaho fuerte para quienes se acercan, en las grietas del morro.

Go sustainable, go social!

A todo esto, Elliot no sólo vive en la favela. Trabaja 24/7 en ella y por ella. Es un emprendedor social: desde Favela Experience persigue el objetivo de mejorar la calidad de vida de los habitantes de estas comunidades a través de un modelo de negocios sustentable. El proyecto comenzó en septiembre de 2012, cuando aún estaba en la Universidad en Virginia y luego de conocer la comunidad y asociarse con un local. En junio de 2013 decidió mudarse y vivir en un apartamento vecino a aquellos que ofrece desde su página.

Comenzó su emprendimiento sin inversores, sólo con un alojamiento y campañas modestas de marketing online (sigue precisando ayuda en ese campo básico para su empresa, por lo que cualquier experto interesado, comuníquese).  Hoy está trabajando con diez lugares bastante diversos: desde apartamentos compartidos, habitaciones en casas de familia y hasta hostels. La premisa: tener disponibilidad de lo que la gente necesita cuando busca un alojamiento en Rio. Conseguir nuevos locatarios es, según dice, un límite en alguna medida, pero cuanta más gente se muestra dispuesta a elegir la favela como destino se torna mucho más fácil que los vecinos sumen su casa a esta modalidad.

El objetivo que persigue Favela Experience tiene dos caras. Por un lado, incrementar los ingresos y recursos disponibles en la favela, añadir medios de subsistencia  y elevar el nivel de autoestima de los habitantes de la localidad. Por el otro, proveer a los visitantes una experiencia significativa que modifique su visión parcial de las favelas, en un alojamiento económico pero de calidad,en una comunidad de cultura vibrante y única. Por supuesto, todo esto ganando dinero. Una excelente forma de ser altruista.

Como empresa, Favela Experience demuestra su factibilidad desde distintas aristas. Desde la perspectiva del cliente, ofrece una “experiencia significativa, diferente de otros tours en las favelas” (por ejemplo, de esos jeeps que observé con horror, que ponen a los habitantes del barrio en un lugar semejante al de los animales de un safari) y que supone la inmersión en la cultura extraña a la propia. Desde la perspectiva del negocio y en la alianza con los pobladores, los integrantes del equipo tienen el conocimiento sobre el funcionamiento de internet y cómo aprovecharla para difundir y maximizar el impacto y valor.

Al preguntarle acerca de la replicabilidad de este modelo de negocios en otras zonas de Latinoamérica, Elliot no duda en asegurar que todo depende de “una buena investigación de mercado del turismo y haber hecho hincapié en la interacción con el lugar”, además de sentirse cómodo con el marketing online. “Hay negocios mucho más fáciles de llevar adelante y que permiten ganar más dinero”, advierte Elliot, por lo que la pasión es un ingrediente más que necesario para un emprendimiento de estas características.

A Favela Experience le espera un gran desafío. A 90 días del Mundial de fútbol, el porcentaje de ocupación es alto. La principal preocupación no es la seguridad, sino la logística y otras cuestiones como la estabilidad de los servicios. “Nuestros clientes ya saben que tienen que mantener una mentalidad flexible: las cosas probablemente no funcionarán tan bien como en sus países, pero estamos buscando prevenir esos inconvenientes en la medida de lo posible”, asegura.  Será cuestión de que el turista apueste por atreverse.