El Siglo XVII estableció un quiebre. La ilustración enalteció el valor de* la razón*. Basta de tiranías, superstición y mandatos divinos; animémonos a pensar por nosotros mismos (¡Sapere Aude!).  Al poco tiempo, la revolución francesa puso a la libertad como valor primario e innegociable, seguido inmediatamente por la igualdad y la fraternidad. Fueron años dorados para el intelecto humano. Valores tan centrales como la razón y la libertad estaban de la mano con la idea de prosperidad y fraternidad.

Fue en ese entonces, gracias a la combinación de estos tres pilares esenciales -Razón, Libertad y Prosperidad-  que se sentaron las bases del liberalismo clásico. Era algo magnífico. Los tres ideales estaban plenamente interconectados: La razón impulsaba a que las sociedades se desarrollen libremente, y su libre desarrollo las conducía al progreso, que a la vez reafirmaba la importancia de la razón.

En ese espíritu de época, hijo del iluminismo escocés, es donde aparece el gran Adam Smith –considerado por muchos el padre de la economía. Uno de sus grandes aportes está en añadir un toque mágico a esta hermosa combinación entre Razón, Libertad y Prosperidad:* la colaboración*. Sucede que, a partir de la razón y la libertad individual se llega al progreso colectivo. Es decir, cada uno siguiendo su propio interés –su propio bienestar- contribuye al bienestar social. Así lo expresa su tan famosa frase:

“No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés.”

Es un mensaje muy fuerte. Si no te generó nada es porque estabas distraído, así que lo repito con un poco más de entusiasmo. ¿Estás preocupado por la pobreza? ¿Querés hacer algo por el prójimo? Bueno, lo que tenés que hacer es lo que más te convenga a vos, punto.

Vean qué tremendo es esto para quienes promueven constantemente la importancia de la colaboración:* La mejor forma de colaborar con el otro es haciendo lo mejor para uno*.

 Hoy en día muy pocos creen fehacientemente en eso (pronto hablaremos de ello), y en gran parte se lo debemos a un gran matemático estadounidense, John Nash. Cuenta la historia que una noche, tomando una cerveza con sus “amigos”, se encontró frente a un grupo de señoritas y se iluminó. Las saludó cordialmente -en señal de agradecimiento- y se retiró a su habitación a escribir su gran idea. Resultaba que, si cada uno seguía su propio interés –encarar a la más linda-, iban a fracasar todos; y para colmo las amigas, al ver que se quisieron levantar a la otra, tampoco les darían la hora (a nadie le gusta ser la segunda opción). En cambio, si armaban un plan conjunto y cada uno elegía a una de las amigas –bellas todas por cierto-, entonces todos iban a pasar la noche acompañados. (Sugerencia: si todavía no viste Una mente brillante ya sabés lo que hacer esta noche. Mientras tanto podés ir viendo estos 4 minutos).

El hecho es que, a partir de los aportes de Nash, la teoría económica ya no cree que el autointerés conduzca -sin más y en todos los casos- al bienestar colectivo. Los resultados de las acciones de uno dependen de cuáles sean las acciones de los otros, por lo que muchas veces para alcanzar un buen resultado se requiere del diseño de un mecanismo –o una institución- que coordine esas decisiones en simultáneo. (De hecho, los premios Nobeles de economía en 2007 se lo dieron a tres economistas estadounidenses por decir algo parecido).

Egoísmo vs Altruismo

Hecha esta breve introducción quiero decir lo siguiente: Ok, estoy de acuerdo en que la búsqueda del bienestar individual no conduce necesariamente al bienestar colectivo. Para eso es importante la colaboración, el trabajo conjunto, etc. Hasta acá todos felices. Pero también me gustaría que aceptásemos lo siguiente:* Nadie realiza acciones que contribuyan al bienestar colectivo cuando las mismas van a en contra de su bienestar individual*. Pensalo un segundo a ver si estás de acuerdo. Bien, ahora respondé lo siguiente: ¿los altruistas son (1) aquellos que dejan de lado su bienestar personal en pos del bienestar ajeno, o son (2) aquellos para los cuales su bienestar personal está precisamente en el bienestar ajeno? Quiero decir: ¿La fuerza que moviliza una acción altruista es (1) el bienestar del prójimo, o es (2) su propio bienestar, que en ciertos casos toma la forma del bienestar ajeno?.

Si te inclinaste por (1) el altruista sería una especie de masoquista (al menos en potencia), alguien dispuesto a hacerse daño a sí mismo en pos de otro desconocido. Si te inclinaste por (2) no podrías decir que el “altruista” es aquel que prioriza los intereses del prójimo por sobre los suyos. Simplemente sucede que (a veces) tiene intereses que consideramos más nobles, pero sin embargo, en cuanto a la priorización de intereses, sigue siendo igual de egoísta que todos nosotros.Altruismo

Los someto a reflexión y votación, esperando que esta entretenida y ociosa discusión no sea un obstáculo para las buenas acciones. Mientras tanto, y antes que pregunten, voy a darle un voto a (2)… ¿Acaso colaborar con el otro no es también seguir nuestros propios intereses?