Cada vez es mayor la cantidad de gente que resalta la importancia de que los argentinos dejemos de darle tanto predominio al dólar y empecemos a pensar en nuestra moneda. Tal es así que más de una vez me han preguntado qué opinaba de la nueva política económica que se está llevando en estos meses, a lo que tras mi pregunta sobre a qué se refieren con política económica, suelo recibir como respuesta: “a que dejemos de lado el dólar y empecemos a pensar en pesos”.

Ahí empiezan mis dudas sobre qué se entiende por política económica (está claro que “pensar en pesos” está lejos de ser una política económica en sí misma). No me doy cuenta si debería responder qué me parece que se piense en pesos, qué me parecen las políticas económicas que se están tomando al respecto, o cómo se podría hacer para que un país “piense” en su propia moneda. Empecemos por la primera: la gran mayoría va a estar de acuerdo en que sería muy bueno para un país que sus ciudadanos “piensen” en su moneda. Vamos a decir que un país piensa en su moneda cuando la misma cumple sus 3 funciones –unidad de cuenta, medio de pago y valor de reserva; i. e., los argentinos pensaríamos en pesos si cuando preguntamos cuánto cuesta algún bien, la respuesta es $20.000 pesos, entonces sacamos los pesos de nuestros ahorros y se los damos al vendedor.

Claramente estamos muy lejos de que eso pase. Por ejemplo, cuando vamos a una inmobiliaria nos dicen que el departamento cuesta US$80.000 dólares. Después vamos a nuestros ahorros a contar cuántos dólares tenemos (de hecho si quisiéramos pensar cuantos pesos nos faltan, primero calcularíamos cuantos dólares nos faltan y después lo pasaríamos a pesos) y, una vez que juntamos los 80 mil dólares, se los llevamos a la inmobiliaria. Esto significa que hay rubros, los de mayor magnitud, para los que el peso no cumple ninguna de sus funciones. Aunque también es cierto que hay muchos otros que sí “están” en pesos (por ejemplo, cuando buscamos un trabajo arreglamos cuantos pesos vamos a recibir y después esperamos a fin de mes para que nos depositen los pesos) .

Pero, a partir, de este ejemplo déjenme aventurar un poco más y decir que, por más que midamos nuestros ingresos en pesos (unidad de cuenta), y nos lo paguen en pesos (medio de pago), si cuando llega fin de mes agarramos lo que nos sobro del sueldo y lo cambiamos a dólares para ahorrar, significa que estamos pensando en dolares. Es decir “pensar en pesos” está más asociado a la función del peso como valor de reserva (en qué moneda ahorramos) que a las de unidad de cuenta o medio de pago (en qué moneda medimos los bienes y en cuál los pagamos).

El debate.

Este planteo del escenario nos aporta un aspecto fundamental sobre el tema, a saber, hay un gran consenso tanto de la situación actual como de cuál debería ser el norte (la mayoría compartimos tanto el punto de salida como el punto de llegada: estamos “pensando en dólares” y sería bueno que empecemos a “pensar en pesos”), por lo que en realidad deberíamos enfocar la discusión en cuál es la mejor manera que nos va a permitir llegar a buen puerto.

Creo también que todos vamos a estar de acuerdo en que si se pretende cambiar una forma de pensar, lo primero que hay que hacer es entender porqué se piensa de esa manera. En ese sentido, me resulta divertido que la medida para que se “piense en pesos” sea decir: “pensemos en pesos”, y me preocupa un poco ver que la medida práctica sea obligar a que las transacciones se realicen en pesos (prohibir que se compren dólares). Es como que si tuvieras un sistema de drenaje al que le está entrando cada vez más agua, y, tras tu preocupación de notar que cada vez está saliendo más agua, empieces a buscar de qué manera frenar la gran salida de agua tapando los canales principales de desagüe. Claramente, viendo que cada vez está ingresando más agua, cualquiera esperaría que también sea mayor el agua que efectivamente se vaya. Así, por más que empecemos a tapar ciertos canales, el agua va a tener que encontrar otra forma de drenar; ¡caso contrario el sistema de drenaje colapsaría!

Parece absurdo, pero siento que está pasando algo parecido. En ambos casos el problema es el mismo: ¡se quiere resolver un problema sin entender las razones por las cuáles el mismo está ocurriendo! Y cuando eso pasa, tenemos suerte si las consecuencias de esas medidas no empeoran la situación.

Así que, para no caer en el mismo error, tratemos de entender las razones por las cuales los argentinos pensamos en dólares.

¿Por qué pensamos en dólares?

Muchas discusiones se pierden este punto. Es frecuente encontrarnos con argumentos del tipo: pensamos en dólares por cuestiones de dependencia histórica de América Latina respecto a Estados Unidos, por una propaganda mediática, por un intento desestabilizador de los grandes grupos económicos, por cuestiones culturales, etc.

Pero si nos detenemos un segundo, vemos que todos estos argumentos apuntan en un mismo sentido: los argentinos elegimos ahorrar en dólares por razones que no pueden ser entendidas en términos económicos.

Así planteado, pareciera que nos enfrentamos a un problema que escapa al ámbito de la economía (como las razones carecen de sentido “económico”, la soluciones deben buscarse fuera de ese campo).
Este es, a mi entender, el punto que mayor confusión trae. No niego que puedan haber ciertas cuestiones político-culturales que hagan que elijamos el dólar en lugar del oro, o de lo que sea; pero déjenme decirles que, económicamente hablando, tiene mucho sentido que los argentinos elijamos no ahorrar en pesos.

Y acá está el punto fundamental: ¡No hace falta buscar argumentos culturales o corporativos que no hacen más que dificultar el entendimiento del problema cuando es más que entendible que los argentinos no queramos ahorrar en pesos!

En este sentido, un cambio de perspectiva va a ser muy útil para esclarecer el tema; en vez de intentar explicar porqué los argentinos pensamos en dólares, ¡enfoquémonos en entender porqué no pensamos en pesos!.

**¿Porqué no pensamos en pesos? **

¿Saben por qué no pensamos en pesos? ¡¡Porqué no confiamos!!
Así de sencillo, lamentablemente los argentinos no confiamos en nuestra moneda.
Pero no es una desconfianza irracional, es una desconfianza muy bien justificada, históricamente el que ahorró en pesos perdió gran parte de sus ahorros, y, para no perder costumbre, sigue pasando lo mismo!
Repasemos un poco de nuestra historia hasta el presente: del 75-90 tuvimos una inflación de más del 100% anual cada uno de los años (menos en el 86, que tuvimos 90%) , en el 2001 sufrimos una mega-devaluación del 200% (el peso se perdió 2/3 de su valor), actualmente venimos con una inflación sostenida de un 20-25% hace varios años (una de las mayores a nivel mundial!!), y además el peso se está devaluando a un ritmo que desconocemos, pero que si tomamos el valor en el que cualquiera puede comprar un dólar, somos el 6º país en cuanto a desvalorización monetaria entre 2003-2011). A todo esto hay que sumarle una agravante (para mi, único en el mundo) que complica aún más la situación actual: ¡Increíblemente tenemos distintas mediciones de cuanto vale el peso! Y tenemos distintas mediciones tanto en relación a lo que con el peso podemos comprar internamente/en el supermercado (Indec vs Índice congreso) como con respecto a las divisas extranjeras (dólar oficial vs dólar Blue). Es decir, ¡no tenemos idea cuanto vale el peso! (sólo sabemos que vale cada vez menos, o sea que cada vez un peso nos sirve para comprar menos cosas).

Puede que sea algo pesimista, pero honestamente me parece que las razones para no confiar en el peso sobran. Y como explicamos en el artículo anterior, el problema por el que el peso está valiendo cada vez menos es porque cada vez hay más y más pesos. Llach explica esta misma idea de manera muy simple: “El problema con el dólar – lo sabemos hace rato- no es el dólar, es el peso. No es que suba el dólar: el peso cada vez vale menos (medido en dólares, medido en euros, medido en cosas, medido en lo que quieras). Y cada vez vale menos por el mismo motivo que cualquier cosa que vale menos: hay cada vez más, pero no los queremos tanto. Aumenta la oferta más que la demanda.”

Resumiendo.

Seamos sinceros, ¿No les resultan evidentes las razones por las cuales los argentinos no queremos ahorrar en pesos?¿Quién va a querer ahorrar en pesos si sabemos que a medida que pasan los años valen cada vez menos?.
Una inflación del 25% equivale a decir que si el verano pasado saqué $1.000 de mis ahorros para comprar 5 pasajes a la costa, al verano siguiente, cuando vuelva a sacar $1.000, voy a poder comprar sólo 4 pasajes, y el otro compraré 3, etc… (es decir, una inflación del 25% significa que en 3 años mis ahorros me van a alcanzar para comprar sólo la mitad de lo que puedo comprar hoy!). Entonces, ¿No les parece muy razonable que nadie quiera ahorrar en una moneda que tiene la 3º tasa de inflación más alta del mundo (vienen Venezuela, Congo y después Argentina!)? Y si empezamos identificando el “pensar en pesos” con la función del peso como unidad de reserva (“ahorrar en pesos”), ¿No es obvio que con estos niveles de inflación sostenidos no hay forma de hacer que los argentinos lleguemos a pensar en pesos?